viernes, 9 de septiembre de 2016

MIGUEL ÁNGEL CAÑADA



Miguel Ángel Cañada, un loco, un poeta loco nacido en humilde cuna en el desorden de una sociedad sin nombre. 

De joven, clamaba al cielo por las orillas del teatro aún montado en la barca dulce del verso. La vida le depara penurias y le obliga en desorden, a seguir por hoscos senderos.

Dije senderos...la montaña hizo trato en su nombre, y allí, encontró la alquimia de la esperanza. Blasfemó con su cámara miles de imágenes, disputó con sus botas el desencuentro.


Poeta loco dije, ese Miguel Ángel, un modesto poeta, fotógrafo y aventurero.



EL DESEO

Está ahí, presente,
como pliegue camaleónico
amamantando hojas caducas
del anhelo, y envolviendo figuras
rozando las espaldas
con el ingenio de la pasión.
Está ahí, cerca de tu piel,
enmascarando miradas eróticas
que impunes, penetran
como savia virgen
impregnando de apetito dulce, 
la tregua que imploran los cuerpos.                                                    
Está ahí, erizando las pieles,
doblegando mansas éticas
de caricias codiciosas,
suplicando desorden
en el movimiento melódico
de unas manos.
Está ahí, queriendo
romper la carne, salpicando
de anarquismo
los más simples pensamientos.
Ahí está, sin pronombres,
semántica léxica,
tesis perfecta de aquella palabra
llamada: DESEO.



LA NOCHE

Se encogía la luz del día, cuando
la tarde murmuraba en voz baja,
los saludos al tenue fulgor de aquella
luna muda, sin expresión ni sonrisa.

Se tornó el cielo en flores de viento,
tapizando toda aquella infinita cúpula
en luciérnagas esquivas, parpadeando
al unísono el son de una oscura música.

Resbaló la templada esencia de la luz,
garantizando un álgido y oscuro escenario;
la noche, traidora cruel del diáfano día,
engullía hasta el alba, su vida.


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