sábado, 24 de septiembre de 2016

VICTORIA GODOY


Nací en Jódar, entre Bedmar y Úbeda. Y abrí por primera vez los ojos en el barrio de Vista Alegre, estampado de olivares y atochales abiertos a innumerables sendas, barrancos pedregosos, serrezuelas calvas con cuevas y cortijos de floríferos almendros; allí bebí en los pechos agridulces de mi madre. Sin embargo, me crié en la calle el Cura, en la casona de mis abuelos, leyendo en soledad, antes de los nueve años, las novelas de cordel que mi abuela Rosalía depositaba en recónditas cámaras tras leer a sus hijas.

Pero, un buen día, mi adolescencia despuntó en la capital de Sierra Morena, o sea, Linares, entre tocas blancas, palmerales y bidones de agua, que utilizaba en aquel entonces como cojines de apoyo para leer furtivamente Genoveva de Bravante, los clásicos ingleses o La vida sale al encuentro, menudo cóctel, mientras la brisa de los arces dibujaba mi cara sin alevosía, y yo inventaba mis propias historias.

Después vendrían los años de verdadero aprendizaje y especialización en las universidades de Jaén y Granada; de apasionada docencia, en Ronda, y en la E.A. José Nogué de Jaén, mi actual destino.

Amo la literatura en todas sus vertientes y manifestaciones, pero me apasiona la poesía, porque solo ella puede desnudar el alma, a lo que aspiran mis versos, que están en marcha, aunque algunos ya forman parte de preciosas antologías. De lo publicado, subrayaría Poemario, por su nitidez expresiva, y En el corazón de los besos, del que destacaría su simetría y hondo ritmo amoroso.

Y mi voz poética aspira a ser danza para flotar en la belleza de la brisa de la tarde y ver el mundo con el ojo interior y transformador del alma.


TRAS SORAYA


¡Qué tiempo el tiempo! ¿Se fue con el niño Dios huyendo?
¡Y quién pudiera ser siempre lo que fue con lo primero!
Juan Ramón Jiménez.

Cuando los párpados fríos se lleven
el calor y la esperanza,
cuando la noche dibuje
sus alacranes de plata,
cuando el universo cierre
sus ojos al alba,
cuando el silencio inunde
el alma dentro de la nada,
haré un pacto con la lluvia,
para buscar
mis palabras
más limpias
en el betún de los recuerdos,
y ser la muchacha
que fui
bajo el paraguas azul
siempre vivo
de mi madre.




ÍNTIMO SOLLOZO

Todo lo olvido, 
porque soy sólo corazón.
Amado Nervo.
A veces queremos cerrar un libro de amor
con todas sus páginas,
pero sentimos el álgido frío
del fuego devorándonos las entrañas,
y el miedo a nuestro propio olvido.

A veces nos invade la osada esperanza
cuando el amor se guarda en las alacenas
de los sueños inmensos como el alba,
y se queda solo con nosotros
su ardiente soledad estremecida.

Recordar es vivir y morir a un tiempo
en los besos dados,
o en los que nunca llegaron a nacer,
a pesar de ser
con aspereza olvidados.

Los espejos violetas 
de la penumbra
ebrios y ciegos de luz
nos invaden…

Y no saber
a ciencia cierta
por qué nos quedamos desnudos,
sin palabras de aliento,
con la verdad del Amor
en tu boca.

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