martes, 15 de octubre de 2013

José Puerto Cuenca


Nacido en Lucena, Córdoba en el año 1960, maestro de Educación Primaria y agricultor por tradición, poeta tardío con gran influencia de la poesía y la música de tradición oral, su poética oscila entre los temas y metros populares y los poemas de espiritualidad y el verso libre. En 2010 publicó «La Esencia Prometida» (Ed. Juan de Mairena y de libros, Lucena), en 2013 «Agua por la fontanela» (Colección Manantial, Ayuntamiento de Priego de Córdoba) y está próximo a publicarse su tercer libro, «Fe Debida».

Pertenece a la «Asociación Cultural Naufragio», cuyo ámbito son pueblos del Sur de Córdoba, con la que ha participado en numerosos recitales y presentaciones de libros y, además de en la revista «Saigón», que edita esta asociación, ha publicado numerosos poemas y artículos en revistas religiosas y de fiestas locales y más recientemente en literarias como «La Ballesta de Papel» de Priego de Córdoba, «El Egabrense» de Cabra o «Espacio Habitado» y «Aldaba», ambas de Sevilla.

Coordinó la «Antología del I Encuentro de Poetas Andaluces de Ahora» celebrado en Córdoba en octubre de 2011  (Ed. Anaquel, Sevilla 2012 y versión digital); y recientemente ha sido incluido en la del «I Recital Sierra Morena Poesía» (Baños de La Encina, Jaén, junio de 2013),  en «Náufragos en Saigón» de la «Asociación Cultural Naufragio» (Sur de Córdoba, junio 2013), en «Ronda de Versos» del I Encuentro Poético Naciones Unidas de las Letras, España (Ronda, Málaga, septiembre 2013) y en «La Luna en Verso» de  La Noche en Blanco de Granada (Granada, octubre 2013).


Página personal:   http://puertodepoesia.blogspot.com.es/


Grupo de poesía improvisada en Facebook:  «De repente, trovando, se entiende la gente”

https://www.facebook.com/groups/547968261928717/?fref=ts



MAR  ROJO
(Poema de adolesencia)

                                                    “¡Si de mi baja suerte
las llamas del amor tan fuertes fuesen
que absorbiesen la muerte,
y tanto más creciesen
que las aguas del mar también ardiesen!”
(JUAN DE LA CRUZ: “Canciones místicas”)

La sabia subió hiriente aquella primavera,
la sabia subió urgente,
subió verde, calda, prieta...
pintó flores encarnadas, lloró mieles oferentes,
libró ascuas de turgencia,
labró ríos y veneros de fuego por tu vientre
y regueros de llamas en tu espalda;
hervían los cauces rotos
y las ramas finas de tu cuerpo,
subió la marea,
sufrió marejada roja y selenita
el valle solo y salado de las lágrimas;
se alzaba espumoso
el caudal bramante
a los acantilados blancos de tu sexo;
estalló el mercurio, saltaron espitas
en la madrugada;
y un oleaje bravo de crestas y brumas
llevaba y traía,
traía y llevaba
tu pobre barquilla, de cera, varada,
sacando a la arena
olvidados, presuntos tesoros de naves hundidas,
nerviosas semillas de la grey humana…
Buscabas asirte a columnas y troncos,
buscabas la sombra de cuevas y pozos,
de trémulos ojos de princesas blondas,
de princesas brunas...  blancas... y  bermejas...,
Buscabas alivio en cinturas y senos,
asilo en hogueras
y en negras honduras de montes de Venus.
Buscaste y no hallaste asidero,
ni hallaste en el fuego la sombra buscada.
Morías en brazos verdes de la vida,
vivías el vértigo, mortal, del deseo y el abismo;
y las princesas todas se asustaban,
huían de ti, fenecían,
se desvanecían al envés del leve espejismo...
Y naufragaste...
Te echaste, ya cadáver,  al piélago suicida,
sólo queriendo ser alga, sólo plancton
sólo arena, sólo ola, sólo espuma,
sólo agua disoluble y disipada,
sólo nada…   nada sola...
Y en mitad de un delirio hueco y lacerante
no supiste,
no entendiste cómo fue ni cómo vino
aquel soplo oxigenado de la altura:
si se rompieron las aguas,
como cuentan los relatos del libro de los libros,
si ocurrió que se te abrieron las entrañas abisales,
o te izaron burbujeante, milagrado,
caminante y planeador sobre las crestas saladas;
mas te viste sano y salvo,
nato y sabio al otro lado,
más fundado,  más templado,
reiniciado,
con la cera de tus huesos refundida
y aleada en el acero rompedor;
aliada con el sol y con la piedra,
con el cielo,  con el suelo,
con la rosa de los vientos,
con el fiel de la balanza y el timón;
tú alianzado con la madre, con la esposa y con la hija,
aliviado con los tres tiempos del verbo;
y fundido en las raíces y en las copas de tu pueblo:
tú elegido y alado por El Dios prometedor,
por El Dios adivinado y presentido,
presenciado y esencial...
(De «La esencia prometida»)

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