miércoles, 22 de octubre de 2014

EUSEBIO ORIA DOMÍNGUEZ


Natural de Lepe (Huelva), nació en 1976 y reside en Algeciras desde 1995.
Empezó a escribir a los treinta, su temática es variada y procura cultivar el mayor conocimiento posible de la métrica, aunque a veces “se cae de la rama de la rima”, e intenta aprender un poco más con cada verso. Su postura es la del eterno aprendiz.
Inicia su andadura, por una maravillosa “causalidad”, con el grupo cultural A.C.A.D.E.M.U.S de Algeciras, también forma parte del grupo poético José Luís Cano y ha publicado en revistas  y programas de radio. Participó en el “I Encuentro de Poetas de Ahora” en 2013 y aparece en la antología del mismo.  
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POEMAS


Inquietud               
Quisiera ser yo los ojos
del buen y esforzado escriba
para poder ver tu cara
tan camuflada y esquiva.

Quisiera usar genio y don
y así dedicar mi vida
a conocerte y amarte
y a tenerte en cada esquina.

Llenar de conocimiento
mi ser y mi alma querría,
verte al menos un momento,
bendita Sabiduría.


INVIERNO DEL HOMBRE

Reptando entre las ruinas van las flores
sembrando de color el altozano,
borrando el paso cruel del ser humano
y el peso de sus actos destructores.

Ya alumbra el sol con rayos redentores
aquello que antes fue un paisaje urbano,
hogar del hombre y su trajín mundano,
testigo y víctima de sus errores.

La suerte quiso un día que se fuera
llevando a otro lugar su desgobierno,
haciendo que en lo que fue una escombrera

la vida al fin trepando resurgiera
cumpliendo así que tras el crudo invierno
regrese triunfante la primavera.


SONETO DEL ODIO AUSENTE

Lo vio pasar y no le saludó.
Probó a llamarle en alto y le ignoraba.
Allí quedó mirándole y pensaba
que, pese a todo fue él el que cedió,
fue quién frenó su orgullo y se acercó
a quién con su desprecio le insultaba,
a quién con su desdén le recordaba
aquello que un mal día les pasó.

Y estando en que quería recordarlo,
por más que lo intentaba no podía.
La ausencia de odio era  su cruel castigo.

Por más que así quisiera remediarlo,
hallaba conclusión y comprendía,
que aquél que se marchaba... era su amigo.



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