Mujer,
visible en estelas, arcoíris a luz pintado. Es noche en día mezclados, para unir
el sol con la luna, colgando en sus pestañas la belleza que le inspire un poema.
Los
días son sumados en vida con poesía versada y besos versados. Carece de reloj
porque no le gusta que le marquen los tiempos. Pasea entre sierras sumando
nanos de microsegundos al camino. Marcha en libertad,
con esas alas que su madre creo desde el amor a sus espaldas justo antes de
nacer.
Ligera
de equipaje, va de mar a mar, al encuentro de su pirata Caletero con el que
viajar hacía NUNCA JAMÁS…
Epitafio a la Soledad
soledad que llegas sin
llamar.
Me aventuro a decir que
te abrazo dulcemente.
No te quiero enemiga,
te quiero,
sentada a mi lado,
compartiendo Carlos
Cano a la luz de mi lámpara preferida.
Leyendo “Soneto vivo” de Carlos Edmundo de Ory,
Leyendo “Soneto vivo” de Carlos Edmundo de Ory,
paseando de la mano por
nuestra Caleta,
aquella que un día me
vio sonreír.
Porque sus ojos, siguen
aquí.
Quedaremos a la hora
justa
con la batucada de
fondo,
un miércoles cualquiera
en el Castillo de Santa
Catalina
Allí, inmortalizaremos
sus besos en puesta de sol,
con el pelo suelto al
levante.
Porque sus ojos, siguen aquí.
No te quiero triste,
ya derramé mis lagrimas aquella triste noche,
el mar del olvido las
acepto
a cambio de cerrar mis
heridas con su sal.
Porque sus ojos, siguen
aquí.
No,
no me empujes a la
desidia amiga mía,
si pretendes quedarte a
mi lado
las normas las pongo yo.
Las arrugas de mi
rostro,
me llevan a la Plaza de
las flores
para comprar esas
margaritas
que prometimos no podían faltar en casa.
Iremos a pasear por la Alameda Apodaca,
que prometimos no podían faltar en casa.
Iremos a pasear por la Alameda Apodaca,
nos haremos fotos de
cara al mar.
Porque sus ojos, siguen
aquí.
Nos compraremos un
papelón de pescaito frito,
al que no podrá faltar
aquello que tanto le gustaba: cazón, choquito y puntillitas...,
aquello que tanto le gustaba: cazón, choquito y puntillitas...,
dos cervezas y directos
al Campo del Sur.
Mirando al mar, comeremos muy despacio,
el tiempo es nuestro ya nada más nos puede parar el reloj,
éste quedó sin uso
justo en la hora que su recuerdo empezó.
Porque sus ojos, siguen
aquí.
Nos encaminaremos al
Parque Genovés,
para sentarnos en el rincón
de la poesía,
sin más avíos que frutos
secos y una copita de vino de la tierra.
Sin musa que inspire,
sin comienzo ni fin,
daremos forma con su
pensamiento en nuestra piel
al poema más hermoso
del mundo que jamás existió.
Porque sus ojos, siguen
aquí.
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