martes, 2 de octubre de 2018

JOSÉ PUERTO CUENCA




JOSÉ PUERTO CUENCA

Nació en Lucena (Córdoba) y pasó su juventud en El Nacimiento de Zambra (Rute) donde hizo de aceitunero y ganadero, luego estudió Magisterio y en ello lleva desde muy joven. Con catorce años escribió sus primeros poemas y con quince tenía ya dos libros ripiosos que mantiene secuestrados en el último cajón. Después, su relación con la poesía fue muy accidentada hasta mediana edad en que empezó a escribir y publicar con cierta constancia y propósito. Ha mamado mucho de la poesía popular y el folclore y de los grandes del siglo XX: Machado, Hernández, Juan Ramón… y su intención poética es espiritual y regeneradora del pensamiento y la palabra.


En 2010 publicó  “La Esencia Prometida (Ed. Juan de Mairena y de Libros, Lucena), en 2013 “Agua por la fontanela” (Ayuntamiento de Priego de Córdoba) y en 2018 “Recolecciones” (Ed. Tarqus, Santiago de Compostela); ha publicado poemas en numerosas revistas de Córdoba, Sevilla, Málaga, Vizcaya…

            Coordinó la antología del I Encuentro de Poetas Andaluces de Ahora en Córdoba (2011), la del encuentro Cerdopoética-Homenaje al Hermano Cerdo en Rute (2018) y aparece en las antologías de los Encuentros de Poetas de Sierra Morena, Ronda de Versos de Uniletras en Ronda, La Luna en Verso de Granada, IV Encuentro Hispano Marroquí de Tetuán, dos antologías de la Asoc. Cultural Naufragio,  Encuentros de Poetas de Ahora de Cádiz, I Encuentro “En un lugar de la Mancha”, Encuentros “Ciudad de Cabra” y Encuentros de Poetas en Red, así como en varias antologías digitales.  

Se asoma a veces a facebook y a su página literaria:   http://puertodepoesia.blogspot.com



EL HAMBRE MOLINERA

 “En Arcos de la Frontera había un molinero honrado...”
 “Molinera, molinera, ¡qué descolorida estás,
desde que se fue la quinta tú no paras de llorar...!

Nació la estirpe de mi padre
molida en la corriente, amasada y cocida
entre el borbotón, el run-rún y el crepitar
del agua, de la piedra y de la leña,
cabecera del Río Anzur,
donde empezaba el mundo;
en el primer molino y el horno,
de Rosario. la molinera,                                
que yo sepa nunca corregida por nadie;                   
y de José María, su  molinero                                    
manso, alegre y bonachón...
Siempre metidos en harina los imagino,
trajinando sin cansancio entre costales,
poco aderezo, pocos dientes
y nubes de polvo de trigo entre las sienes...
la fecundidad de mis bisabuelos,                                          
abanico abierto en sus titánicos hijos,
pervive en tataranietos incontables...                        
                                                                                   
Cuando el agua dejó de correr por el rodezno
y el grano por la tolva y se detuvo
el reloj de la piedra volandera,
el molino quieto y el horno frío,
dejaron de ser la feria que solían
y el origen de la ruta del pan
que mi padre mozo, rey mago a caballo,
hacía repartiendo crujientes soles de oro
por aldeas y cortijos esturreados...                                        
Y se hicieron leyenda las hambrunas de posguerra,             
y se olvidaron las noches en vela panadera
soportadas con cuentos y romances
de peces en rastrojos pillados con almireces
y de hormiguitas yendo de troncho en troncho,
de penca en penca y venga a subir troncón;
y del cortijo Turrullote que tenía
majanos de tocino esparcidos por las hazas
y un surco largo y ancho que llevaba el aceite al tajo...
                                                                                               
Se cambiaron las aguas y los trigos y las hambres,               
pocos recuerdan cuando un pan era un jornal de sol a sol
y no había tiempo ni magín para más carnales tentaciones
que  las bandas de zorzales que caían en las perchas
o  cuatro gatos desventurados aliñados cual conejos...
¡Y a pesar de eso relatan con nostalgia los abuelos
como reían y enamoraban jugando al corro de la molinera...!
No lo viví, me lo contaron, mas no soporto ver en la basura
ni los cuscurros de pan enmohecidos de desprecio
ni las viejas canciones huérfanas, que tanto alimentaban...     

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