María del Pilar Paz Pasamar nació en Jerez de la Frontera,
Cádiz, el 13 de febrero de 1933, hija del coronel jerezano Arturo Paz Varela y
de la maña Pilar Pasamar Mingote. Sus padres protagonizan una historia de amor
propia del siglo XIX que marcará la vida de Pilar: la madre era una cantante de
arias de ópera y zarzuela, amante del teatro y con un prometedor porvenir en la
música, que, por cierta reticencia familiar y por conocer a quien sería su marido,
abandonó su carrera de cantante.
Otro hecho fundamental vendría a marcar su historia, como
la de todo el país: el estallido de la guerra civil en 1936. La madre, según
recuerda la autora, incapaz de soportar la ausencia del marido, se acerca hasta
el frente en un coche con ella y su hermana, en medio de un bombardeo. Era el
año 1939, y la atrocidad de la guerra quedó grabada en sus recuerdos, así como
el amor incondicional de sus padres.
En
la posguerra Pilar Paz Pasamar cursa estudios de bachillerato en
Madrid, en el colegio del Sagrado Corazón de las monjas carmelitas.
Sus vínculos con el sur, con Jerez y Cádiz, seguirán vivos debido a las
frecuentes visitas durante las vacaciones. Sus primeras publicaciones aparecen
en periódicos, como en el diario jerezano Ayer, donde a los doce
años ya tiene un espacio fijo de opinión. En Madrid prosigue su formación
académica en la universidad, donde cursa estudios de Filosofía y Letras.
Entre sus profesores se encuentran Gerardo Diego, Dámaso Alonso y el maestro
Joaquín Rodrigo, a cuyas clases asistía como oyente. Son años de tertulias en
el café Gijón, frecuentado también por Miguel Delibes, Carmen Laforet y Ana
María Matute, entre otros. La casa paterna de la calle Nicasio Gallego se
convierte así en refugio para jóvenes escritores como su buen amigo Fernando
Quiñones.
Al
calor de estas vivencias escribe Mara, su primer libro, publicado en
1951 con un elogioso prólogo de Carmen Conde. Pilar Paz contaba con 18 años, y
el poemario despertó tanta expectación que los jóvenes vates encontraron en
ella nuevos aires para la poesía. Maestros como Juan Ramón Jiménez la
considerarían un sorprendente prodigio de calidad y madurez poética. Pilar Paz
Pasamar así se revela en el Madrid literario de los cincuenta. Gracias a este
libro se establece un vínculo enriquecedor entre ella y Juan Ramón Jiménez,
exiliado en Puerto Rico. Al mismo tiempo, y a través de Paz Pasamar, el grupo
gaditano Platero entra en relación con el poeta de Moguer. Éste le escribe a su
casa de Nicasio Gallego, de modo que de Madrid a Cádiz y hasta Puerto Rico se
articula una estrecha relación entre el maestro y los jóvenes poetas. La
revista se publica de 1951 a
1954 y colaboran en ella Fernando Quiñones, José Manuel Caballero Bonald, Julio
Mariscal, Serafín Pro, Felipe Sordo Lamadrid, y por supuesto Pilar Paz Pasamar,
entre otros. Platero publica textos de autores como Rafael Alberti,
Juan Ramón Jiménez, Blas de Otero, Pablo Neruda, Luis Cernuda o Gabriel Celaya,
y de muchos jóvenes como Antonio Gala, Elena Martín Vivaldi, Trina Mercader, etcétera.
Su
carrera se consolida en títulos como Los buenos días, de 1954, con el
que obtiene el accésit del Premio Adonais; posteriormente publica Ablativo amor en 1955 y Del abreviado
mar, en 1957; libros en los que mantiene la fuerza e intensidad del
primer poemario y en los que aparecen reflejados muchos de los presupuestos que
se consideran propios de la poesía de la Generación del 50, lo que permite afirmar
que Pilar Paz Pasamar es la primera voz que surge en ese escenario de
esa generación y también la primera en retirarse.
En
1957, el mismo año de la aparición de su libro de homenaje a Góngora, Del
abreviado mar, Pilar se casa con Carlos Redondo. Como si se tratara de un
paralelismo con la historia sus padres, abandona su exitosa carrera literaria
en Madrid, para entregarse a la vida de pareja en Cádiz, en donde se radicó
definitivamente. Este retiro no fue comprendido por muchos de sus compañeros de
generación, ni por algunos de sus maestros, que lo juzgaron misterioso. Sinembargo,
Pilar no abandonó la creación literaria; de ello queda constancia en la
publicación de los libros La soledad contigo de 1960, el
ensayo sobre poesía y la mujerPoesía femenina de lo cotidiano en 1964,
y Violencia inmóvil de 1967. A estos tres libros les sigue un periodo
de unos quince años en los que declara haberse entregado a una búsqueda
interior, así como a desarrollar tareas de carácter social en centros que
agrupaban a mujeres proletarias, o atendiendo a los más desfavorecidos.
En
1982 Pilar Paz Pasamar publica La torre de Babel y otros asuntos, un
libro inquietante, extraño, no muy bien entendido por la crítica y, sin
embargo, fundamental para explicar su retiro de los ambientes literarios y su
posterior locuacidad creativa, en busca de la trascendencia, de la divinidad,
que conjugan la heterodoxia de la vida con la sabiduría. A este libro le
seguirían la antología La alacena, de 1986; Textos tapidarios:
La dama de Cádiz, de 1990, y Philomena, de 1994.
Con
este poemario que llega a la plenitud de su obra, la literatura en lengua
española renueva acaso una de las vías menos cultivadas y de gran vigencia en
la actualidad: la de la mística en castellano. Pilar Paz Pasamar no
ha recibido toda la atención crítica que merece, pero eso no significa que no
haya dejado huella entre sus fervientes lectores. Acaso a la conexión con sus
lectores se deba el que no se perciba la más remota huella de resentimiento en
su obra, todo lo contrario, la autora se siente muy unida a su entorno, como
declara en este poemario: «Estás en ese mar, ola marítima, / y en la brisa que
cruzas, mi navío, / y en el paso que pisas, caminante / y en el golpe que llama
del cartero, / y en el oficio noble y oferente, / -trinas tan seria como si
contaras / lo mío-. ¡Oh, tú mi yo, mi pertenencia, / oh, tú mi compañera!
/ ¡Cantar, cantar, cantar es lo que importa!».
Los
versos dedicados a su marido, al compañero, Carlos Redondo, tras su
fallecimiento en 1997, dan cuenta de su actitud vital, cuando aparece su
libro Sophía: «Ahora te sé, pues te recuerdo. / -Saber es recordar
según el griego-. /Ahora sé más de ti que cuando estabas. / Ahora puedo medir
lo que me deshabitas. / Ahora sé más de ti por lo que falta. / Te digo más, porque
el silencio impera».
Desde
esta asunción de la pérdida como hallazgo de sabiduría compartido, de enseñanza
dolorosa pero necesaria de la vida, Pilar Paz Pasamar sigue escribiendo en
Cádiz, donde ha sido homenajeada en más de una ocasión, hasta ser nombrada
«Hija adoptiva de la ciudad» el 21 de diciembre de 2004. Volcada totalmente en
la literatura, tanto en la poesía, como en la narrativa y el periodismo, sigue
contemplando el mar que como la memoria, es ver volver, y sigue trabajando al
dictado del canto de Philomena.
INFORMACIÓN RECOPILADA DE:
https://cvc.cervantes.es/actcult/paz_pasamar/default.htm
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