“Qué me
lleva a escribir poesía:
Para mí la
poesía es, sobre todo, un instrumento para comunicar y compartir mis emociones,
recuerdos y sentimientos más profundos ante la vida, la realidad cotidiana y el
mundo que me rodea”.
Nacido en Sevilla el
13 de diciembre de 1964.
Licenciado en
Filología Clásica. Licenciado en Geografía e Historia. Licenciado en Ciencias
Políticas.
Imparte clases de
Lengua castellana y Literatura en el instituto de Enseñanza Secundaria Julio
Verne de Sevilla.
Miembro de la
Asociación Colegial de Escritores (ACE-Andalucía).
Miembro de la
institución literaria sevillana Noches del Baratillo.
Se encuentra en la
nómina de autores del Centro Andaluz de las Letras (CAL).
Comienza su andadura
poética en 1983, cuando publica sus primeros poemas en la revista Taracea. Ese
mismo año gana el segundo premio de poesía Gustavo Adolfo Bécquer.
Tiene publicados los poemarios
Vivir sin tregua (2001), Árboles de esperanza (2015), Llegó el
ayer (2017) y Días de redención (2019), así como el libro de microcuentos
Retazos (2016). Asimismo, es coautor del libro de relatos Cien mil
gotas de lluvia (2018).
Publica regularmente
en diversas las revistas literarias de carácter digital Azahar, Proverso y
Absolem.
Ha sido reconocido en varios certámenes de
relato y poesía, siendo el último de ellos el Segundo premio en el VI Certamen
literario Universidad Popular de Almansa (2020) -Modalidad Narrativa-.
Soneto a D. José de Espronceda
Temprana voz mordida
por el duelo,
al albur de una lira
ya perdida,
un dolor, mar sin
orillas ni suelo,
nunca así cubrió
alma de mal transida.
Triste Parca oscura
truncó tu vuelo;
la luz de tus
versos, ardiente vida,
tornóse sombra por
el desconsuelo
del huérfano llanto
tras tu partida.
Una sonrisa sincera
y valiente
al filo de tus manos
se escondía
con lúcida amargura
y ágil tino.
Pasión la tuya por
justicia ardiente
se trocó en la muy
noble rebeldía
del que se marca a
solas su destino.
Finales de agosto
Pasean serios
como adultos de manos
a la espalda y mirada a ras de tierra,
reflexionando sobre el verano que acaba
desde una contenida pesadumbre.
Van hasta los pinares, frontera inconclusa,
desde donde, tras un rato charlando a media voz
al pie del árbol de siempre,
volverán de nuevo
al pueblo y a sus meditabundas calles
de atardeceres bonitos.
Aún no huele el aire
a cruda tierra húmeda,
pero el sol, resignado al ritmo marcado
por un dios insobornable,
ve poco a poco acortado su camino.
Los amigos, con forzada
triste alegría, sin querer
hablar del fin de sus días
de confidencia y de juego,
preparan, otro año más,
una despedida sin palabras,
sin saber si será el último,
si será el primero
de sus vidas.
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