Soy Carmen Sánchez Melgar. Nací en Benarrabá
hace tantos años que ya he comprendido que esto de la poesía es un vicio como
otro cualquiera y como sabemos todos, los vicios alimentan el ego, pero vacían
los bolsillos.
Aún sabiendo eso, he publicado seis poemarios
y otros tantos relatos en antologías de prestigio, y revistas literarias con la
ilusión de ver mis pensamientos escritos. Menos mal que para ganarme la vida
trabajo en la oficina de Correos de Sabinillas, porque si tuviera que comer de
lo que escribo pasaría más hambre que un caracol en una pita, como me decía mi
difunto padre, que casi siempre tenía razón. Lo cierto es que seguir
escribiendo es el modo que tengo de relajarme y pensar en los pequeños detalles
que cada día pasan desapercibidos y que son, precisamente, esos instantes los
que van sumando los minutos de mi vida mientras yo me empeño en hacer otros
planes.
Hay voces de agua que se ahogan en el intento
de comunicar. En ellas chapotean las
palabras.
Necesitan la llama de un candil invisible
que seque la humedad de la boca e ilumine
lo que dicen los labios.
Hay voces de tierra, de arena, de viento, de
metal,
las hay cantarinas como arroyuelos.
Hay voces mullidas, suaves como plumas,
acompasadas que mecen las palabras
y tranquilizan el alma.
Hay voces enérgicas, potentes
que dan fuerza e invitan a seguir adelante.
Hay voces atronadoras que asustan y
empequeñecen.
Tu voz es de madera: sensual, noble,
perfumada
con la esencia de los árboles con el
equilibrio
de la naturaleza. Tiene el sonido necesario
y la claridad rotunda para que ejerza en el oyente
el efecto embriagador de enamorarse de ella.
TALLER DE COSTURA
Cuantas tardes de patrones ,
circundando solapas y costadillos.
Me enseñaron que tuviera bien cosidas
las costuras para que no se escapara
ni un suspiro por ellas.
Que me hiciera grandes los bolsillos
para meter los desengaños dentro.
El talle bien ajustado
para que no se escape el corazón.
La falda ancha con pliegues
para disimular las angustias.
Pero hoy en mi taller de costura
he abierto la ventana y ha entrado
un rayo de esperanza.
Con él he cosido un vestido de licra
Para adherirlo a mi cuerpo como una piel
nueva
y poder mostrar al mundo
lo que soy sin dobleces ni postizos.
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