José María Guerrero nace en Estepona en 1988.
Historiador, experto en gestión cultural y proyectos de patrimonio. Mantiene
una estrecha vinculación con su ciudad natal, aunque ha vivido en lugares como
Londres o Málaga. Siempre tuvo una clara inclinación hacia el patrimonio y las
letras, participando activamente en la renovación de la imagen de Estepona y
contribuyendo a su polarización como centro de atracción para diversas
disciplinas, formando parte de la propia gestión municipal durante más de un
lustro. Impulsó iniciativas como la Ruta de la Poesía de la localidad, que
cuenta con casi un centenar de poemas distribuidos sobre fachadas.
Ha recibido galardones como el de la Villa
Histórica de Santiago del Teide, recientemente, o el premio joven de poesía de
Estepona en sus años de juventud.
En la actualidad, sigue residiendo en la
ciudad, compaginando sus inquietudes culturales y sociales con su actividad
profesional. Pertenece al foro literario que se desarrolla al amparo del
movimiento creador y divulgativo auspiciado por Juan Emilio Ríos y Teresa
Floro, en la que han participado y participan escritores consagrados como la
bilbaína Cristina Maruri o la malagueña Mari Ángeles Castillo, entre otros.
LLUVIA DE VERANO
Hoy he vuelto a sentir,
como aquellas veces,
el placer simple de la lluvia
empapándome.
Anuncia, bajo el calor sofocante,
con sabor a niñez y a tierra,
el fin del verano.
Agradecido.
Hoy la tormenta de agosto,
con un rayo fulminante,
reclamando su sitio en el foro,
me ha llamado a la estación nueva.
Me recuerda que todo comienza
con una tormenta.
Con una tormenta nace el río,
el vergel sereno, el mar mismo,
el amor y la ausencia.
Los sueños, la paz de la tierra.
De tormentas sabemos en estas orillas,
entre ciudades viejas,
como vieja es la vida,
que hacemos nueva,
cuando pasa
la
tormenta.
NUNCA ME GUSTARON LOS POEMAS DE AMOR
Nunca me gustaron los poemas de amor
Y con eso, pensé que no quería,
no sabía o no podía…
Leí tantos y tanto leí,
que aprendí a repetirlos
con algún aporte hipócrita
de mi propia memoria,
mientras rebuscaba.
Nunca me gustaron los poemas de amor
y, procurando saber por qué,
caí en la cuenta de cuanto me gustan
los boleros viejos. Cantarlos
sin voz, en la penumbra viva.
Nunca me gustaron los poemas de amor
hasta que, anacoretamente recluido,
una guitarra me enseñó,
bajo las estrellas, que
un bolero es un poema de amor,
con música, con melodía.
Cada uno tiene su propia cadencia.
Ninguno es igual.
Algo así como el amor,
como las historias de amor.
Siempre me gustaron los poemas de amor
y, sencillamente, no lo sabía.
Los había leído, ¡sí!
Pero no me había parado,
a escuchar.
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