martes, 11 de octubre de 2016

ALEJANDRO ÁVILA RODRÍGUEZ


Si tuviese que destacar algo de mi poesía diría que le escribo a la vida, a lo cotidiano, a lo que me hace sentir. Bien puede ser una playa de mi infancia, un recuerdo alegre o doloroso, un lugar que me marcó o personas que han dejado o siguen dejando una huella en mi vida.

Para mí la poesía es un vehículo para expresar lo que anida en mi interior. Es una manera de liberar lo que me corroe por dentro. Es como una lágrima, que sale en el momento justo para dar descanso al alma. A veces por alegría, a veces por tristeza o simplemente por emociones que ni siquiera puedo ni sé definir.
Y por lo dicho anteriormente, escribo poesía. Para mí es más que literatura. Es una necesidad. Para mí no es el acto de escribir en sí mismo, es mi idioma. Escribo poesía porque me libera, porque me ayuda a comunicarme, a compartir lo que siento con los que leen mis poesías.
Con mis poemas pretendo conseguir que se me entienda, que los que me leen me comprendan, que sepan lo que pasa por mi mente y por mi corazón. En definitiva, pretendo llegar a las entrañas de los que tengo delante en cualquier presentación o de la persona que desde su hogar sostiene mi poemario entre sus manos. Pretendo que esas personas entren en mi universo y suspiren, o reflexionen, o lloren, o rían, o sencillamente se les dibuje una sonrisa en sus labios.


EL TREN DE LA VIDA.


En el tren de mi vida
mil pasajeros subieron
algunos bajaron pronto
otros se fueron muy lentos.


En las primeras paradas
vi marchar a algún amigo
pero otros se subieron
y me dieron su cariño.


En la mitad del camino
te subiste a mi tren
me enseñaste mil historias
me ayudaste a crecer.


Pero algo más adelante 
tú decidiste bajarte
quedándome tus recuerdos
y un sillón donde quejarme.


Más tres paradas después 
te volviste a subir 
el sillón seguía vacío
y yo esperando por ti.


Aquí detuve mi tren 
aquí lo paré por ti
para que ya no te bajes
y contigo yo seguir.

NIÑOS SIN LUZ.


Pequeño con hambre
yo te abrazaría
y de mis manos llenas
comida te daría.


Pequeño con frío
yo te acurrucaba
y con mil mantitas
calor yo te daba.


Pequeño enfermito
yo te besaría
y de mil batallas
yo te libraría.


Qué puedo hacer por ti
pequeño asustado
solo acurrucarte
y tenerte a mi lado.


Siempre que te falte
pequeño la calma
corre a mi refugio
y aliviarás tu alma.


Yo te quiero tanto
pequeño sin luz
que abro ventanas
y te canto nanas.

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