Teresa Floro (Estepona, 1974). Licenciada en
Ciencias de la Información por la Universidad de Sevilla y especializada en
Marketing.
Actualmente se dedica a la Comunicación y Marketing Digital y está inmersa en proyectos de ámbito nacional.
Ha publicado relatos cortos en prensa escrita (Diario de Málaga) y realizado exposiciones de poesía visual (Los Barrios -Cádiz- y Facultad de Ciencias de la Información en Sevilla), así como recitales poéticos en las provincias de Sevilla y Cádiz.
Ganadora del concurso local “Premio joven de Estepona” y del certamen nacional Félix Rodríguez de la Fuente, en la modalidad de poesía.
Obtuvo reconocimiento de crítica teatral en la organización de la “XII Edición del Festival Iberoamericano de Teatro”, celebrada en Cádiz cuando trabajaba en el periódico Cádiz Información.
El entusiasmo y la ilusión de compartir un mundo interior a veces convulso, otras intenso y no menos peculiar se pone de manifiesto en estos textos literarios, un híbrido de relato breve en la manifestación del contenido y el verso como expresión del continente, que emerge del corazón y que tiene una profunda razón de ser para salir a la luz.
La cruda realidad como punto de partida que da pie a la inspiración, a que la imaginación encuentre refugio primero en la mente y después emprenda el viaje hasta el corazón y las entrañas, donde lo cotidiano se diluye para rendirse a una especie de transformación poética.
EL AMANTE QUE NO ESTÁ A LA ALTURA DE LAS CIRCUNSTANCIAS
Si me atrevo a mirarte, puede que el cerebro
me traicione.
Mis labios se volverían torpes, incapaces de
hacer bien su trabajo.
No alcanzaría tu espalda por culpa de mis
manos inútiles
y el abrazo que tenía intención de darte se
quedaría a medio camino.
En estos momentos mis palabras se han aferrado
al estómago,
por eso vomito estupideces.
Lo mejor será que a partir de ahora me
esfuerce más,
te mienta piadosamente y te confiese,
mirándote a los ojos,
que el afecto que te profeso es puro amor
fraternal.
Hay amantes
que no están a la altura de las
circunstancias.
LA SACERDOTISA QUE LLEGÓ A ABANDONAR
SU ESTADO LATENTE
Atesoraba los secretos de los demás en la
profundidad de su mente,
se presentaba cómplice, incorruptible de los
susurros más inconfesables.
Inmóvil en su silencio, solo roto por el libro
que le acompañaba.
Era el estado latente
que precedía al arranque del movimiento,
con mirada penetrante
y sabiduría estratega.
Todo cambió para la sacerdotisa cuando se
trató en primera persona.
Levantó con la lentitud de una estrella de mar
su túnica
para dejar que él pudiera ver su lengua
impúdica
y crear la oportunidad de que ambos
pudieran sentir un placer que a priori parecía
inexpugnable.
Su secreto se hizo añicos cuando desarmó a su
amante
de deseo.
En el acto no hubo silencio sino gemidos
confesables,
no hubo mentes, sino cuerpos profundos que
perforaban el alma,
no hubo rastro de inmovilidad ya que los
trasiegos fueron aceleraciones
y desaceleraciones en marcha,
ni tampoco hubo soledad
sino intercambios de gestos sedientos de piel.
Aún así la sacerdotisa atesoraba los secretos
de los demás
en la profundidad de su mente,
menos su propia clandestinidad,
que se desbordaba en su cabeza.
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