Soy Magda Cabello, cordobesa residente en Gijón. Tengo 36 años y escribo poesía desde hace más de 15 años. Recientemente he publicado mi primer poemario, Escríbeme cuando llegues. El pasado mes de abril recibí el I Premio en el concurso de Videopoemas del POEX (festival de poesía en Asturias) por la obra Tierra del fuego.
Me he desarrollado así mismo en teatro y me gusta mucho el vínculo de la filosofía con la poesía.
Me dedico también al mundo de la comunicación en una empresa de desarrollo de contenido científico.
Finisterre
Posa mi alma suave
sus entrañas en tu pecho.
Delicada, baila con cuidado
un vals en tus pupilas
que pululan tiernas en mis párpados.
Derrapo en tus comisuras y aguardo tu aliento
para lanzarme a todas tus tierras.
Flores bañadas en sol son los poros de tu piel
que conquistan las hogueras y todas sus cenizas.
Majestuosas tus articulaciones determinan mi verbo
y conjugo mi tiempo en el espacio entre tus dedos.
Te susurran estos versos un presente al oído
que acaba en tus cincos sentidos
y me balanceo directa a tus hoyuelos,
capital del norte y del sur.
Posa mi alma suave
sus entrañas en tu pecho
y latiendo cada célula
vuelan aquellas caricias
sobre el cielo frágil hasta amanecerte.
Al horizonte, un rayo vertical
atraviesa la vía láctea y el mar en su regazo.
Una sonrisa, arqueada de niño,
en primer plano, abrasa el principio y el fin.
He llegado a Finisterre.
Yo no suelo
Yo no suelo, yo cielo.
Obvié un sinfín de preguntas retóricas,
no sabría decirte en qué consisten mis veranos.
Yo no suelo, yo cielo.
Solo suelo escribir. El resto es el cielo.
Pero hubo un tiempo en que
sobrevolaba mi cielo y la pista de aterrizaje
tenía adoquines, fuentes y naranjos.
Balcones sellando las paredes de cal,
párpados de la ciudad que, al abrirse,
hacían nacer solas a las flores.
Querría decir mucho más,
pero cada vez sé menos y, sin embargo,
me desnudo más.
Me desnudo y desanudo, sobre la marcha,
las mismas arterias que llegan, esperemos, hasta ti.
Destello impulsivo de palabras que se enamoran entre sí,
que cantan, bailan y se mueven juntas.
Un silencio más que apalabrado.
Ahora busco un suelo, ahora que es siempre todavía
aunque solo suelo encontrar, de nuevo, el cielo.
Quizás ahí, más arriba, encuentro el soporte
donde mil risas se perdieron
y cada día llegan a mí para recordar
que yo no suelo, yo cielo.
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