Julia, poeta y cantautora nace en Sevilla.
Inició estudios de Filosofía y Letras en la Universidad Hispalense. Desde hace
ya más de veinticinco años residente en la ciudad de Algeciras. Miembro del
Ateneo José Román de Algeciras, de la Unión Nacional de Escritores de España,
de la Federación Andaluza de Ateneos y de otras entidades culturales, como el
Grupo Literario Infusiónate, con el que colabora y aprende en la elaboración de
Relatos.
Autora de tres poemarios en los que aborda
temas como el paso del tiempo, el amor, la muerte, la vida en todas sus facetas
múltiples y cambiantes. Se confiesa amante incondicional de la Poesía, hermana
y madre a la que deja hacer en absoluta libertad. La autora conjuga poesía y
música en composiciones sencillas que interpreta casi para sí misma. Ha participado
en eventos poéticos en el Campo de Gibraltar y fuera de ella. Actualmente se
encuentra inmersa en su cuarto poemario al que define como una continuación de
los anteriores. Un intento más de contar lo vivido.
CUANDO YA NO SEAMOS
Cuando tú y yo ya no seamos,
y los pétalos del verso que escribimos
se hayan deshilachado y esparcido,
reducidos sus aromas a hojarasca marchita
al pie de los caminos, bajo los grandes
árboles,
presa de los alientos de la noche y sus
esbirros,
y no quede ni un átomo de ellos, ningún
superviviente que cuente lo que fuimos,
tú y yo y nuestros nombres borrados
del libro de la vida por la mano siniestra
del olvido, aún perduraremos -yo lo ansío- en
los cuerpos de aquellos que nos sigan.
Puede que no seamos solo un lecho donde se
enseñorea la muerte. Que regresen,
resucitados,
los ecos que ahora ocupan su lugar en el
polvo.
Les visite el anhelo de volverse la palabra
que fueron, -al fresco de las sombras
en algún apacible merendero, sobre la blanca
hoja una cadencia musicada que se aloja,
distinta,
un verso suelto, de aire, que impone su
criterio,
un latido más breve, retornado desde la
tierra
que lo acoge unido a otra cadencia,
bombeando
otra sangre igual de roja y viva.
La belleza lograda de unas gotas que sólo
eran bosquejos, la soledad gozada en parajes
insólitos, lejanos los azules y los verdes
marítimos,
las notas de un piano que interpreta a
Chopin,
volutas por la sala, las luces aún no
prendidas,
la tarde comenzando a ser recuerdo, la letanía
de unas voces, surcos prolongados
descendentes sobre
la urdimbre fría del cristal que nos protege.
¡Que no seamos del todo de sombra y de
ceniza!
¡Sentir donde la nada que habitemos
la mano que nos coja y nos devuelva!
¡Vueltos bajo la piel risueña de otros
rostros!
¡Que lo que fue, pervive en el ahora de
otros!
¡Que no somos del todo pasto para la
herrumbre
y la guadaña!
CREPÚSCULO
Te recuerdo enajenado, enredado entre
pigmentos candentes
de un crepúsculo bizarro que lo volvía todo
llama viva,
tus ojos, eclipsados de la misma marea, de
los mismos
anhelos voluptuosos, buscando la manera de
volverte
tú mismo atardecida, tintes rojos de sangre y
urgentes violetas
junto a una rara mezcla de matices
enloquecidos, a la deriva.
Era la tarde un retroceso lento de las aguas,
un desfile de pasos despidiendo con adioses a
la arena,
su cuerpo traspasado de rubores, soles cada
partícula pequeña,
destellos atrapados agitando la mano en un
gesto indolente.
Un callado silencio de gaviotas que surcaban
el aire
por caminos ingrávidos. Caracolas
deshabitadas en la orilla,
a compás de la espuma deshilvanada, vuelta
eco. Olas
desalojadas de su furor de antes, apaciguadas
por las fuerzas
templadas de los vientos. Sones interpretados
al unísono,
bajo una misma mano sabedora de las notas y
los acentos.
La piel y los adentros vueltos fuego, ascuas
resucitadas,
revividas.
Una cantata regia, muchos cientos de voces
congregadas, tornando ineficaces, distraídas,
las manillas
del tiempo. Y tú, sin regresar de donde
estabas. Perdido en
la batalla de colores, púgiles entrenados,
por consumir el cielo de los
azules serios. En la bella rapsodia, en la
acuarela vívida
de trazos abundantes en sonrojos y en
candelas, ya no mío,
ni de nadie, vuelto rosa de nube, rojo de
témpera de los
pinceles góticos de antes, andando los
caminos inefables
de un sol casi extinguido.