miércoles, 22 de octubre de 2014

JOSÉ MIGUEL VALVERDE


José Miguel Valverde nació en la provincia de Málaga durante el otoño del 87, quizás por ello su carácter melancólico y algo romántico. Amante de las letras desde joven. A los diecisiete años toma una decisión, tal vez, equivocada y, cinco años después, se licencia en Economía, y desde hace varios años trabaja como auditor en una firma multinacional.

Ha autoeditado y publicado tres libros: Un Sueño Cumplido (relatos y poemas, 2009), El Rincón de Los Vencidos (novela, 2011), y El Collar de La Soledad (poemario, 2012). Además, forma parte de la asociación cultural Di-fusión-a2, donde ha participado en sus antologías (La Mirada del Hoy, 2013; y Sexo Oral, 2014) y en recitales de poesía para su presentación. En la primavera del 2014 varios de sus textos se tradujeron al francés, y en el verano del mismo año participó en el II Encuentro de Jóvenes Letras en Algeciras.

Publica desde el 2007 en diversos blogs y webs de internet, y durante 2008 y 2010 coordinó y participó en el proyecto poético de torneo de bloggers poéticos “Caballeros de la Dama de Cristal” con varios escritores hispanohablantes de España y América de Sur.

La mayor parte de sus poemas hablan del amor y del desamor, de los sentimientos que todos hemos vivido alguna vez. Porque, al fin y al cabo, todo se puede resumir en una frase ya escrita por alguien: “Nunca dejas de querer a la persona de la que realmente has estado enamorado. Sólo puedes aprender a vivir sin ella”.

Actualmente escribe en la web http://josemiguelvalverde.es

Ella le pidió un sueño
Y él, le regaló una realidad.
 A partir de ese día le perdió para siempre
{Maram al-marsi}

¿Cómo decir a un niño que su sonrisa tiene precio?
¿O hacerle entender que su felicidad es una entelequia?
¿Cómo explicarle que sus sueños no se cumplirán?
¿O contarle, sin llorar, que no tienes hambre, que coma él,
Que no debe pedir la comida en el patio del colegio?

¿Acaso puedo robarle la inocencia como ellos robaron mi dignidad?
¿Acaso su cabecita infantil entenderá que hay gente mala?
¿Comprenderá las magnitudes del desempleo y de la estanflación?
¿Llegará una navidad donde sus ojitos no lloren, donde no supliquen?

Lo peor de esta crisis no está en las calles: está en los ojos de un niño,
El problema no es la impunidad de Don Dinero, sino la desesperanza.
Lo malo no fue estudiar Economía, sino entender lo lejos de la salvación;
El llegar a comprender cómo los más ricos y nunca los mejores,
Disponen de nuestros sueños, de los de tus hijos (los míos ya no tienen).

El problema es ver que están por encima de las personas,
Que para ellos: especuladores, bancarios, economistas (como yo) no hay reglas.
Que mientras llenan sus bolsillos y sus barrigas, a ti sólo te queda ir al marroquinero
Para hacer otro hueco al cinto (aquel regalo de tu padre).

¿Merecen sus sueños nuestro silencio?
¿Merecen nuestros sueños nuestro silencio?


Olvidar Los Recuerdos

Recuerdo cuando, para mí, la felicidad eras tú.
Tus ojos marrones, tu sonrisa inocente y
 Aquellas palabras cortas y mal pronunciadas,
Eran mi perdición, y hoy las echo de menos.

Aquellos días fueron mágicos, interminables,
A tu lado lo viví todo y algo más.
Sentí alcanzar ese cielo donde sólo estabas tú,
Esa felicidad por la que hubiera vendido mi alma.

Mas, ¿de qué sirve un recuerdo si no se puede compartir?
Tus ojos, tu sonrisa y tus palabras eran parte de mí.
Sin embargo, para los ojos de los demás no fuimos nada.
Sólo fuimos desconocidos, dos amantes ocultos.

Y ahora sólo queda bañarme en la tristeza del recuerdo,
Enjuagar mis lágrimas en la sal de nuestra memoria,
Olvidar lo que un día fuimos y borrarte de mi alma,
Entender que vivir un amor secreto no deja más que dolor.




La Muerte de Nuestro Amor

Es inútil que busque tu sonrisa
Cuando el dueño de tus lágrimas soy yo.
De nada vale anhelar rozar tus labios
Cuando mi boca, para ti, sólo es espino.

Tu risa, aunque tenue, aún retumba en mi mente
Y tu silencio al verme paraliza mi corazón;
Recuerdo cuando mi mirada tornó tu reflejo serio,
Frente a mí no alzaste ni los ojos, ni esbozarte una sonrisa.

Recuerdo que no respirasteP, por miedo.
Temías que pudiera adivinar el dibujo de tus senos
–recordar el tacto de tus pechos–, inolvidables.

Sabía que mi sola presencia te dañaba,
No debía seguir allí para hacernos más daño.
Aquello sólo borraría los buenos momentos
Que pasamos juntos cuando creí me amabas.

Ya sólo me quedará soñar con tu sonrisa,
Recrearme en los viejos momentos, en los besos,
Los que le robamos a la noche, a la mañana, y a la vida.
Para mí me llevaré aquellos que aún le debemos a la muerte:
Los que le debemos a la muerte de nuestro amor.


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