Nací en el centro
de Cádiz, en la calle Rosario Cepeda, corazón palpitante de la antigua ciudad
más allá de las Puertas de Tierra, a la sombra de la torre Tavira, en una
familia de muchos hermanos, con quince meses me llevaron a vivir a la Bahía gaditana, allí di
mis primeros pasos. El mar, el cielo, las palmeras zarandeadas por el levante
fueron las nanas de mi casa en un noveno cara a los Astilleros y el puente
Carranza. He visto por lo tanto más puestas de lunas que de soles.
Me muestro
indefinida como indefinido es mi origen. Lechuguina o guacamaya. Beduina o
tirilla. Conservo la mirada de los que miran, de los que se expresan, de los
que sienten y se emocionan con lo diferente.
Tardé tiempo en
identificar el verso en otra forma de entender la vida ¿He sido siempre poeta?
Supongo que cualquiera que naciera en el entorno que nací yo puede ser poeta,
el problema es cuando se te enquista el verso y la lírica te sale a borbotones
por los ojos brotando desde la ventana de un noveno piso provocando que suba de
repente el nivel del mar. Entonces te vuelves no sólo poeta sino algo más.
Cuando la risa más
auténtica te revienta delante de una chirigota en Carnaval. Cuando te resuenan
los tacones en los adoquines de la catedral vieja como una música en la cabeza.
La guitarra la he abrazado entre mis brazos como a alguien de la familia y la
voz para mí es un instrumento musical. He sufrido la mordedura hiriente de la
bruja del mar hasta no poder hablar. Puedo cambiar de humor como cambia en
Cortadura del Poniente al Levante sin sentirme bipolar.
He bailado al
ritmo de un huesillo de limón en la
Parra la Bomba y he escrito mis nombres del amor en una mesa
de madera del Caminito. Sigo llorando porque se me murió el Baviera y aún si
cierro los ojos recuerdo cada uno de los olores del Barril en la Glorieta Ingeniero
de la Cierva. He
corrido por las Olitas, he cazado camarones agarrándolos fuertemente por los
bigotes, me he puesto de fango hasta arriba para coger cangrejos moro y coñetas
debajo del cartel de Bienvenidos a Cádiz. He caminado descalza por la carretera
industrial después de una noche loca de carrusel en la Viña. Estos son mis
pecados, todos los llevo en el corazón marcados.
Y por esas cosas
de la vida, mis pasos me llevaron mucho más allá del borde de la playa
Victoria, crucé hasta el otro lado del Atlántico y me enamoré de Los Ángeles,
nací de nuevo. Allí redescubrí el arte, la música, la pintura, las lenguas de
otros, el bien de lo diverso, de lo distinto, nunca me sentí extranjera. Tengo
camino andado, luzco corazón viajado y viajero. No me gusta el lugar quieto y
rutinario aunque sé disfrutar del momento. Si me amas no me ates o saldré
huyendo.
Tengo un punto
“buenista” aunque sé de lo jodido del momento. Me gusta solidarízame con las
causas perdidas y no me gusta hacerme la foto por ello. Soy social, política y
muy humanista. Aunque soy una causa perdida siempre, siempre lo intento.
Leyenda del miedo
La niña llega a la casa apesadumbradita de
miedo
La luna la miraba desde lo alto del
cementerio
“¡Madre me mira la luna! ¿Por qué me mira
tan intenso?”
Porque luna eres como ella, luna llena y
en pleno.
“¡Madre no quiero ser luna!
La luna es luna porque es cielo
“¡Madre no quiero ser cielo!”
El cielo es cielo porque es firmamento
“¡Madre no quiero ser firmamento!”
El firmamento es firmamento porque es
lucero
“¡Madre no quiero ser lucero!”
El lucero alumbra a la luna y por eso la
luna es luna
“¡Madre yo quiero ser monte, fuente,
misterio,
Árbol, viento, bosque, brote tierno…!”
¡Tú lo que quieres es ser es sol, sol
redondo y pleno!
Para ser sol, hay que vestirse de lucero.
Ser luna, cielo, firmamento…
¡Para ser vieja tierra hay que ser lucero!
La niña se observa desnuda en la luna del
espejo
Mira a la luna en su luna
¡Madre ya no tengo ningún miedo!
Algo
ilógico
No
tengo ganas de escribir sobre las cosas poéticas
Me
duermen en la memoria del mar, las notas de una música clásica,
Apilo
a cambio la pata rota del sofá, un bastón olvidado no se en dónde
La ropa
a medida raída del tiempo
La
batidora que no funciona
Me
estoy preguntando si funcionó alguna vez…
No
tengo ganas de dar lírica a la encíclica del verso
Proso metáforas de
hastío, verso muerte de los segundos
De
repente me vienen al papel palabras perdidas como por ejemplo
Muerte,
ventana cerrada, zapatos viejos para un cojo…
Cartas
desconocidas, fotos viejas, camas desordenadas…
No
tengo ganas de rimar lágrimas de hielo
Emborrono
papeles sin reciclaje posible, ya no duermen en el cajón
Se
me viene algún recuerdo dulce como mermelada
Puedo
pensar y no escribir
Gorrión
verderón diálogo enjaulado
Nubes
bebiendo del mar gris de la bahía
Armario
abierto monstruo tragón de sueños.
No
tengo ganas de salvar ningún objeto muerto en mi memoria.
Hago
listas de palabras sin sentido incierto
Bata
estampada, broche verde, peine desdentado,
Abuelita,
arcón roto, vasos…
Rosario,
santo, papa y biblia
Ruido,
ruido, ruido…
Puedo escribir cualquier cosa ilógica,
como por ejemplo: Vida, vida y vida
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