No
es extraño amar las letras cuando se transita la misma tierra que Muqaddam
ibn Muafá – Al Qabrí-, Pedro
Garfias, Pedro Iglesias Caballero, Juan Valera o el propio Cervantes.
Desde
la infancia, a pesar de que mi discurrir profesional ha sido otro, no he dejado
de cultivar la poesía como forma de entender mi existencia, llegando a ser
asiduo colaborador de Aldaba, El Ladrío, Saigón, La Ballesta de Papel…
y formando parte de diversas asociaciones literarias.
Mi voz poética ha ido evolucionando desde la
vertiente más lírica e intimista a otras más centradas en el ritmo, en la
admiración de elementos naturales, en oriente, en la crítica social o en la
denuncia contra la deshumanización y la decadencia cultural de occidente –tal y
como defiende la asociación Naufragio-.
Nunca
me ha abandonado el afán por seguir creciendo como escritor. Es por ello
que leo y aprendo constantemente de los
que nos precedieron en el verso, pero también de los que, irremediablemente,
nos sucederán.
También
en poesía debemos aceptar que sólo estamos de paso y, aunque he recibido
algunos premios y reconocimientos, procuro no olvidar la esencia; la emoción del
primer poema o el prodigio de compartir con otros lo que escribo.
SEPTIEMBRE
Caen gotas de sol en la arena
y en tu espalda morena de pleamar desnuda.
Mañana serás muda ciudad no serena;
el alma puesta de medio lado.
Y aunque aún quede mar en tus zapatos,
escondido en el fondo
(de tus pies encerrados)
te atrapa el hastío de las olas perpetuas,
sentada en tu caja de supermercado.
Pues se oyen sirenas, pero ahora juegan
sobre una luz roja. Girando y aullando,
iluminan la esquina que busca sustento.
Como tú, se vende, a un precio
más bajo.
Mira, niña, a otro lado,
y seca tus ojos que añoran estío,
pues sólo hay pereza, rencor y pasado.
Y cuando lleguen los rayos plenilunios de olvido,
ligeros de noche sin mar y sin brisa,
oculta el castigo del dulce recuerdo;
que, súbito, trajo el dolor y la herida,
del triste septiembre aún no alcanzado.
CIELO GRIS
¿Por qué me llamas,
amor,
de esa forma tan callada?
¿Acaso no adviertes
que yo
sólo conjugo palabras,
aunque llenas de dolor?
En tu osadía
pretendes
ignorar el cielo gris
que nublando, trae oscuros
recuerdos de
almas dolientes.
Como hipócritas
simientes
que
pretenden no morir.
Hasta
los pájaros notan
la oscuridad tan cegada
y en triste batir de alas
abanican las historias
y las hunden en el lodo.
No adivino luces
nuevas
pues
hay sequía de azules
escondidos en tinieblas
como cometas de plomo.
¿Por qué me llamas
amor
de esa forma, tan callada?
Este cielo mal anuncia;
llueve gotas de
alborada
como
lágrimas de adviento.
¿Por qué me llamas
amor
de esa forma, tan callada?
Sé que anuncias mi martirio
transformando este mal tiempo
en
tiempo sin apellido.
Y esta maldita mañana
de ruiseñores sin voz
¿Por qué me llamas amor?
¿Dime, amor, por qué me llamas?
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