viernes, 4 de noviembre de 2016

ROSARIO SÁNCHEZ CUBELO


Antes del año dos mil tres solo recuerdo haberme encontrado con “YO”  cuando ambas contábamos once años. Fue el día en que mi vecino Manolito, algo mayor  que yo, tras verme subir las escaleras me vociferó a modo de piropo: ¡ojú! qué piernas tiene la niña del primero. Indignada subí a mi casa a todo correr y me tumbé boca abajo sobre la cama; entonces apareció ella, o sea, “YO” con mi mismo uniforme del cole y las mismas trenzas.

-¡Eres una mojigata! me increpó. A mí lo que ha dicho Manolito me ha encantado. Me voy. Tengo mejores cosas que hacer que atender a una boba como tú.

Pasaron muchos años y no volví a encontrarme con “YO” hasta que viví un momento muy duro en mi vida. Tenía que reaccionar, reiniciarme, caminar…pero no tenía fuerzas. “YO” apareció  llena de vida.

Esta vez no me riñó. Se acercó a mí, me abrazo dulcemente y tras decirme que me comprendía y que no me dejaría sola, me entregó el mucho amor que había en su corazón. Luego me susurró: -Oye, qué tal si con lo que nos gusta leer  historias y poesías de los demás, nos ponemos a ello y escribimos las nuestras. Ya verás, al principio te servirá de catarsis para rebajar esta tristeza que te devora, pero con el tiempo, que todo lo cura, libres ya de duras cargas escribiremos a los jirones de las nubes, a la lluvia  y a las azoteas; a los amores que fueron y a los que no pudieron ser…
Con nuestros cuentos y poesías conoceremos a decenas de almas gemelas a las nuestras y seremos,  inmensamente felices. Créeme.

PD Todo parecido con la realidad no es mera coincidencia .jejeje


Matemáticas

Te entregué mis ingles, paréntesis,
entre su sonrisa: acotado, agotado,
dormido, desatendido...quedó
el más, menos, infinito de mi sexo.
Te entregué la solución doble
de la gráfica de mis ojos.
La trigonometría de mis senos,
la derivada de mi boca,
los límites de mis brazos,
y hasta te quise convencer,
de que hallarías en mi ombligo
la imposible cuadratura del círculo
Qué ilusa fui. Resultamos ser
un sistema incompatible.
A ti lo que te iba era la historia
de una sola noche de verano.


Dejar el sur

Hoy crucé sin volver la mirada la linde de mi pueblo.
Atrás quedaba la tierra amada: el cortijo, el puente romano
el viejo campanario de cigüeñas y golondrinas
los dorados pezones de las parras
el tallo largo de la verbena, el mimético camaleón y el petirrojo.
Un soro de arcilla asolapando casitas blancas
que albergan geranios y limoneros, era ya tan solo,
una intuición sobre mi espalda ciega.
La sombra de la sombra corta del sur, no alivió mis pasos.
Atrás quedaba la tierra amada y las manos de mi madre.
¡Ay! las manos de mi madre,  aventando al aire
las lágrimas desbordadas de su pañuelo.

Nunca antes fue más doloroso no desandar lo caminado.

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