miércoles, 9 de noviembre de 2016

JOSÉ MANUEL POZO HERENCIA


No es extraño amar las letras cuando se transita la misma tierra que Muqaddam ibn Muafá – Al Qabrí-, Pedro Garfias, Pedro Iglesias Caballero, Juan Valera o el propio Cervantes.

Desde la infancia, a pesar de que mi discurrir profesional ha sido otro, no he dejado de cultivar la poesía como forma de entender mi existencia, llegando a ser asiduo colaborador de Aldaba, El Ladrío, Saigón, La Ballesta de Papel… y formando parte de diversas asociaciones literarias.

 Mi voz poética ha ido evolucionando desde la vertiente más lírica e intimista a otras más centradas en el ritmo, en la admiración de elementos naturales, en oriente, en la crítica social o en la denuncia contra la deshumanización y la decadencia cultural de occidente –tal y como defiende la asociación Naufragio-.

Nunca me ha abandonado el afán por seguir creciendo como escritor. Es por ello que  leo y aprendo constantemente de los que nos precedieron en el verso, pero también de los que, irremediablemente, nos sucederán.

También en poesía debemos aceptar que sólo estamos de paso y, aunque he recibido algunos premios y reconocimientos, procuro no olvidar la esencia; la emoción del primer poema o el prodigio de compartir con otros lo que escribo.


SEPTIEMBRE

Caen gotas de sol en la arena
y en tu espalda morena de pleamar desnuda.
Mañana serás muda ciudad no serena;
el alma puesta de medio lado.
Y aunque aún quede mar en tus zapatos,
escondido en el fondo
(de tus pies encerrados)
te atrapa el hastío de las olas perpetuas,
sentada en tu caja de supermercado.
Pues se oyen sirenas, pero ahora juegan
sobre una luz roja. Girando y aullando,
iluminan la esquina que busca sustento.
Como tú,  se vende, a un precio más bajo.
Mira, niña, a otro lado,
y seca tus ojos que añoran estío,
pues sólo hay pereza, rencor y pasado.
Y cuando lleguen los rayos plenilunios de olvido,
ligeros de noche sin mar y sin brisa,
oculta el castigo del dulce recuerdo;
que, súbito, trajo el dolor y la herida,
del triste septiembre aún no alcanzado.


CIELO GRIS

¿Por qué me llamas, amor,
          de esa forma tan callada?
¿Acaso no adviertes que yo
          sólo conjugo palabras,
                    aunque llenas de dolor?

En tu osadía pretendes
          ignorar el cielo gris
                    que nublando, trae oscuros
                              recuerdos de almas dolientes.
                              Como hipócritas simientes
                                        que pretenden no morir.

                                        Hasta los pájaros notan
                                                  la oscuridad tan cegada
                                                            y en triste batir de alas
                                                                      abanican las historias
                                                                                y las hunden en el lodo.

                              No adivino luces nuevas
                                        pues hay sequía de azules
                                                  escondidos en tinieblas
                                                            como cometas de plomo.

¿Por qué me llamas amor
          de esa forma, tan callada?
                    Este cielo mal anuncia;
                              llueve gotas de alborada
                                        como lágrimas de adviento.

¿Por qué me llamas amor
          de esa forma, tan callada?
                    Sé que anuncias mi martirio
                              transformando este mal tiempo
                                        en tiempo sin apellido.

          Y esta maldita mañana
          de ruiseñores sin voz
          ¿Por qué me llamas amor?
          ¿Dime, amor, por qué me llamas?

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