viernes, 21 de octubre de 2016

ANTONIA CERRATO MARTÍN-ROMO


Nací en un pueblo de colonos, sin historia relevante ni ascendentes de alta cuna. Le quitamos piedras a las sierras y arena al río, así levantamos casas blancas y anchas calles por donde corre la risa ancha del aire, y mis recuerdos, y alguna de mis nostalgias. Le han puesto mi nombre a un certamen literario de poesía y relatos cortos para que los versos se paseen por su plaza de ochenta varas, y la palabra se aprenda el camino de Santa Amalia.

Ahora, en Badajoz, donde vieron la luz mis mejores poemas, Beatriz y Carolina, hay una avenida inmensa por donde la vida me sale al paso, y un nuevo árbol en el Paseo de San Francisco, el que anuncia la poesía de una mujer, Antonia Cerrato Martín-Romo.



(Porque no quiero recordarte como el poeta del dolor. Para José Miguel Santiago Castelo)

ALEGRÍA

Llamadme alegría
porque la vida
sin más,
es la vida.

Llamadme alegría
si has oído el canto
sin llanto,
sin espinas

y si una estrella
se prendió en tu pecho
que sea por derecho
tu guía y luz más bella.

Alegría,
fuerte como una roca,
que rebose tu boca
de amor y poesía.

Y si hay un otoño que mata
muda a perfil caribeño
baila un fandango extremeño
en esa tierra mulata.

Porque nefelibatas
volamos nuestros sueños
sin otro fin ni dueño
que vivir sin erratas.


EPIGRAMAS

I

Las muelas de Carolina
son bastante caprichosas
se empeñan, fuertes y briosas,
en crecer cual tremolina
por su boca marmolina.
Unas miran para Cuenca
cabras blancas ibicencas;
las otras, para Braganza,
parecen una  venganza
altaneras y flamencas.

---oOo---   

Para subir al doblado
se  antojan cien escalones
cuando es el postre melones
y a oscuras hay que buscarlos.
No cojas el que asustado,
sobresaliendo entre el trigo,
te dice que coman higos;
busca aquel que con su olor
replica que es el mejor
y tú  harás bien el recado.

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