Aprendí
a crecer uniendo las palabras, cada una de ellas representaba algo
nuevo en mi vida. Con tan sólo cinco años ya sabía leer y
escribir. La pizarra era para mí mi juego favorito, lo mismo que
escribir sobre la tierra, donde tenía más espacio para alargar las
frases, siendo la naturaleza el mayor de los tesoros. Del Universo
aprendí a contar las estrellas, y a comunicarme al mismo tiempo,
con la luna. Todo aquello me fascinaba y, a pesar de los años
transcurridos, lo sigo viendo igual. Me considero en todo momento
defensora de la naturaleza y los derechos humanos y pienso que la paz
en el mundo debería ser siempre lo primero, basándonos siempre en
el respeto único de amarnos simplemente los unos de los otros y de
considerarnos seres vivos, a los que sigo defendiendo sin tener en
cuenta la raza ni el color. Después de tres libros publicados y de
algunos premios de poesía, sigo teniendo la ilusión de una niña
a la que le acaban de regalar su última muñeca.
HOY
COMPRENDÍ
Hoy
comprendí que la vida sigue,
que
el amor es tan grande como el mar...
Y
que todo era la fuerza más allá de la muerte
donde
luchan los cuerpos cada día,
que
no hay nada más grande
en
medio de la nada
que
nuestra propia sangre, que va de un lado a otro
formando
un nuevo mundo
y
traspasa las sendas de mi piel.
Comprendí
que no hay nada más bello
que
dejar en la vida,
sólo
restos de ti sobre el camino.
LOS
VASOS EMPAPADOS
Los
vasos empapados.
Las
gargantas vacías.
Siete
besos que mojan la chaqueta.
Ese
reloj que marca los minutos.
Una
canción que suena.
Un
autobús que pasa.
Un
pájaro que cruza.
El
agua que dibuja el paisaje.
Una
mano caliente sobre el cuello.
Un
café ocupando la taza.
Unos
ojos que se llenan de historia.
Y,
al final de la calle,
la
sonrisa de un niño
te
despierta el oído.
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