jueves, 17 de octubre de 2019

Mª LUISA CASTRO SEVILLANO



Soy en un día de lluvia, cuando me precipito lento mascarón de proa por las aceras inundadas de esta ciudad buscadora incansable de palabras rotas… todos los demás soy presa del silencio que sucede a los naufragios en ese instante preciso en que los restos dejaron de golpear contra las rocas y yacen desperdigados por las orillas grises del invierno. Inmersa en el vértice caliginoso de la ancestral pugna entre Bóreas y Céfiro, el corazón siempre a la deriva de estas esquivas veletas tan al sur del sur de la esperanza bajo las profundas aguas del Leteo.
A lo largo de este viaje por inciertas estaciones de paso he aprendido que nada escapa a los hados y que los malditos nacemos necesariamente en invierno, llevando su anatema por siempre cosido en los huesos con puntadas terribles de miedo, ese miedo sempiterno a ser, a vernos las alas, a levantar un sueño del suelo y morir cegados por el sol.
Soy una lenta sucesión de eneros y octubres sin destejer jamás la trama de unos días en los que se entremezclan mis extraños puntos cardinales, vida, amor y muerte, intrincada tríada de este aprendizaje continuo por las aguas del tiempo y la secreta Castalia.
De puntillas sobre el precipicio encendido del ocaso aguardo los vientos húmedos que anuncien tormenta… la mirada perdida en el horizonte y la pluma siempre en la mano.


Aura…

Porque contigo siempre existe el momento perfecto…
ese instante místico en que las musas me sonríen,
escalan el vértice imposible de mis labios,
se enroscan, gatos maullantes de palabras, a mi pluma,
dibujan mapamundis bajo mis pestañas…
y me hacen promesas de amor eterno a cambio de cuatro versos…
de una cuartilla amarilleante, de negra alma y tinta blanca,
donde palpite, para siempre, un pedazo de tu corazón…

Y tú, con tu sangre palpitante, con tus manos sin miedo,
con toda la quietud de la noche,
te inmolas en el ara sacrosanta de mi tálamo…
tatuando constelaciones bajo la piel incandescente,
labrando surcos en las sombras de mi pelo,
vagando sin rumbo por la secreta geografía de mi memoria,
escribiendo, con besos, el panegírico de mis labios,
elevando, silente, la elegía del día infinito que se va,
de los versos que jamás volvieron, de la palabra nunca encontrada,
de las letras esquivas… las mismas que me repiten,
desde los laberintos del tiempo, los ecos que dicen siempre
y profecías imposibles que sólo la sibila conoce.

El mundo se deshace en una coreografía de sueños…

Y, mientras las musas devoran tu lento corazón en mis versos,
tú y yo nos entregamos a la luz esquiva del ocaso,
al placer sempiterno de las sombras, al vino oscuro de la tierra…
delectándonos, en secreto, de estos pequeños momentos
en que, sin que el mundo lo sepa,
tú y yo, rozamos lo perfecto.



15 de octubre
                          
Cuando apenas falten cinco minutos para las cinco y media
el mundo volverá a precipitarse en turbas oleadas de sombras
sobre nosotros...
Atrás quedarán los días azules, las hojas a medio escribir,
a medias la vida que construimos en sueños.

Cercenado, entre las manos, el corazón
desgarrado en dos hemisferios condenados a olvidarse,
el limbo imperfecto de la memoria,
la tormenta fraguada en su cénit sin cielo,
a medio segundo entre tu vida y mi muerte.

Apenas faltarán unos minutos para no volver a verme,
para perderme en todos tus espejos,
para borrar las huellas de este camino que jamás transitamos
y no ser más que agonía a manos llenas.

Eternizados cinco minutos para las cinco y media...
hierática sonrisa reescrita a endecalogía de tristeza.
Demasiado tarde para mis ángeles caídos.
La esperanza hace tiempo que se diluyó al fondo de la miseria.
El segundero suspendido sobre los labios
indeciso en arrastrarnos consigo para siempre.

Y torpemente el mundo se reiniciará como cada octubre,
cada quince en sombras, otro sábado más y no hay lluvia...
pero forjaremos tormentas entre las manos
y lentamente me iré arrancando
con la parsimonia del que ya nada espera
jirones de Muerte del corazón,
férrea prisión entre mis dedos
para irla arrastrando por el mundo
cuantas vueltas de reloj nos queden a los dos
en este viaje.


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