jueves, 10 de octubre de 2013

Juan Emilio Ríos Vera




Licenciado en Filología Hispánica e investigador  suficiente por la Universidad de Cádiz es actualmente presidente del Ateneo "José Román" de Algeciras, presidente de la sección VI del Instituto de Estudios Campo-gibraltareños, tesorero de la Federación Andaluza de Ateneos, presidente fundador del Ateneo de Manilva, miembro de la Asociación de Críticos de España, del Centro Andaluz de las Letras y del Sindicato de escritores españoles.


Como poeta ha publicado numerosos poemarios entre los que destacan: "El exquisito cadáver de la rosa", "El jardín de los suspiros", "Las baladas de los días antiguos", "La leyenda baladí o “Poeta en alerta”.

Como narrador tiene editado el libro “El cementerio de los Suicidas” en la que  recoge todos sus relatos.

También ha publicado varios ensayos entre los que destaca “El alcohol en la literatura, la historia y la publicidad”.

Ha dirigido además las revistas “Yaraví”, “Entelequia” y “Barataria”.


Entre sus distinciones destaca haber sido finalista en tres ocasiones al premio nacional de poesía de ciencia ficción y fantasía, más conocido como "premio Ignotus" y haber obtenido el Premio de poesía “Aljabibe” 2012.




ESQUIZOFRÉNICAS DE LEOPOLDO MARÍA PANERO


La balada de la lámpara azul
será triste y honda
como el laberinto
en el que te refugias sin esconderte
de nadie, Leopoldo María,
a todos enviaste tus señas,
y más allá del espejo,
entre habitantes de luz,
que perdieron la carne
y el hueso con el pantalón
y la corbata,
moras en búsqueda
perenne de poemas
que afloran sin prisas.

2/1/2005



FARENHEIT

 De la raíz del incendio
surgieron criaturas nuevas
indemnes ya al dolor,
que aprendieron a convertir
sus heridas en
senderos secretos
hacia el altar arcano del alma.
Sus mentes, ampliado con creces
su estrecho territorio,
se volcaron a crear belleza
y a sembrarla
por los cuatro vientos
de la rosa indiferente
a las críticas de los inmovilistas,
hasta conseguir que el fuego
que había arrasado las palabras
sagradas de los libros
no les rozará el aliento.
El libro no tenía ya
páginas de papel
sino de carne enamorada,
nervio firme
y hueso seco.

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