miércoles, 2 de octubre de 2013

Eusebio Oria



Natural de Lepe (Huelva), nací un siete de noviembre de 1976 y resido en Algeciras desde 1995.
Aun siendo un ávido lector de toda la vida, no empecé a escribir de manera continuada hasta los treinta. Mi temática es variada y lo mismo hago uso de la métrica que de la libertad de no usarla, si bien procuro cultivar el mayor conocimiento posible de la misma  e intento aprender un poco más con cada verso. Mi postura es la del eterno aprendiz.

Pertenezco al grupo cultural A.C.A.D.E.M.U.S de Algeciras y he publicado en revistas literarias y programas de radio. Para contactar conmigo se puede hacer a través de mi email eusebioria@gmail.com



             Cuando no me miras             
(dedicado a mi esposa)

A veces te veo
y la luz de la tarde
perfila tus rasgos suaves,
tan diferentes a los míos.
Realmente te veo
y eres tu de repente,
un “tú” genérico, universal,
un ser distinto y arcaico.
Único, distante, inalcanzable.

A veces te siento,
y me embarga una especie de miedo,
una duda y a la vez  resquemor
por mi seguridad quebrada.
Realmente te siento,
segura en tu mundo ordenado,
perfecto, equilátero.
Dotado de arriba y abajo.

Y a veces secretamente te admiro.
Desde los ángulos muertos,
desde mis ausencias,
desde los silencios.
Realmente te admiro,
por eso que haces y yo no puedo,
por dar vida,
por ser esa especie de diosa,
de deidad matriarcal.
Lúcida,
amante,
indulgente…
Mi Astarté,
mi Atenea.


         Anoche soñé contigo         
(a Andalucía) 

Anoche soñé contigo
y me comía la pena,
soñaba que te bebía,
que te sentía en las venas.

No podía estar más lejos
y a la vez estar más cerca.

Yo, que no tenía raíces,
que tenía alma viajera,
me revolvía en la cama
queriendo tenerte cerca.

Volé por tus cielos limpios
surcado de aves viajeras
y cuando miré hacia el suelo,
ese suelo de mi tierra
yo vi los campos más verdes
sembrados de blancas perlas.

Es como un ensueño de cal
cubierto de un mar de tejas
con el corazón de adobe
mecido por la marea.

En vez de ojos, son postigos,
y en vez de pestañas, rejas.

Peregrinos a caballo
recorren tus blancas venas.

En el timbre de tu voz
que es cantar de los poetas
quedó mi alma atrapada
hasta el día que me muera.

Y así, soñando contigo,
arropado en tu bandera,
sentí el calor de mi gente
estando en lejanas tierras.

Y cuando me desperté
no abrí los ojos siquiera,
quise dormirme de nuevo
pa estar contigo a tu vera.

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