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lunes, 20 de octubre de 2025

EIRE TERRERO CUMBRE

Nací en Cádiz, en junio de 1968 en una mañana de sábado. La poesía y la pintura forman parte de mi vida así como la psicología. Se entrelazan y encumbran formando sinergias y creando realidades. Mi nombre es María del Mar Terrero Cumbre y desde hace unos cinco años, a nivel artístico soy conocida como Eire.

Actualmente existe un poemario en proceso y dos en el mercado: SERENA MAR de 2017 y EL ENSUEÑO DE LA LUCIÉRNAGA de 2024.

Disfrutar y crear con las palabras, los colores, papeles y pigmentos así como con lo que me dedico profesionalmente, es lo que me impulsa cada día

y en cada momento celebrando el aquí y ahora. Mis temas preferidos son los trayectos, la danza, lo cotidiano, los encuentros, lo sorpresivo y la lluvia.


Viaje a Wroclaw

Camino de Wroclaw, urbe de duendes y hadas,

se revela excitante la motivación

de su encuentro.

              Nos ha llovido,   

débil llovizna en un cielo de nubes bajas,

gris payne junto al azul violeta.

Como una sábana que    lo cubre sin tocar el suelo formando

capas horizontales de estratos plomizos amarillentos,

cenicientos verdoso-grisáceo.

            A un lado, campos con arboledas al fondo y al otro,

zona de naves y granjas.   

El repiqueteo del tren reclama como una caracola que engulle sonidos,

escupiendo y volviendo de nuevo la espiral.

Solo campos, solo casas.

Ni coches, ni humanos ni animales.

La distancia no es problema para nosotros, a mil kilómetros de ti

como cantaba Luz, es importante,

no lo son para mí aunque sí para ellos.

A lo lejos, el sunset interfiere con las nubes estratificadas

produciendo niveles agrisados que se pierden en la lejanía.

Sigue la fricción de los vagones sobre las vías entre extensos campos

y algunas casas diseminadas entre los cultivos.

Vuelven situaciones antiguas que recuerdan vívidamente

hechos del pasado.

              Nada me turba,

nada te espante.. quizás, quizás, quizás

solo Dios basta y yo soy Él y Él esta en mí,

cuando dejo de ser yo.


              El rojo quinacridona van completando oquedades

de entre los árboles y ríos,

de entre las casas,

de entre los pastos.

              Lo oscuro se desliza entre la arboleda,

abandonando jalones morados que cubren hojas y caminos,   

hogares fundidos en los violetas marrón oscuro,

estratos cinéreos expandiéndose en lo celeste,

en los reflejos en el cristal del departamento donde viajamos.


El alumbrado interno cobra vida,

vencieron las sombras mientras me recreaba en

el colorido del trayecto.

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