Juan Emilio Ríos Vera nació en Algeciras en 1966.
Licenciado en Filología Hispánica. Presidente del Ateneo “José Román” de Algeciras y de la Sección VI del Instituto de Estudios Campogibraltareños. Presidente de la Agrupación Poética “José Luis Cano”.
Socio del Ateneo Republicano “Blasco Ibáñez” de Valencia y de la Asociación de Poetas pro Derechos Humanos. Premio "Aljabibe" de Poesía en 2012. Escudo de Oro de la Unión Nacional de Escritores (2014), medalla de san Isidoro de Sevilla de la UNEE (2018), insignia de oro de la ciudad de Algeciras.
Poeta, narrador, articulista y novelista.
DIBUJANDO CON VERSOS VISIONARIOS
A Guillaume Apollinaire
¿Para qué querías, oh tú, egregio poeta
que le regalaste al surrealismo
su sonoro nombre,
llevarte, presuntamente, a casa
la risa de la Gioconda?
¿O acaso fue Picasso?
¿Por qué anhelabas, con picardía,
pellizcar los pezones
como riscos del adivino ciego
Tiresias, transmutado en mujer
por tu mente audaz y trasgresora?
¿Por qué diste rienda suelta a todo
ese bestiario desaforado de criaturas
en las calles de tu sangre?
¿Por qué dibujar con versos
en el cuaderno improvisado de dibujo
de tus poemas? ¿Por qué te dedicaste
a dar clases particulares de sexo
sin amor a jóvenes señoritas ansiosas
de aventuras precoces y procaces?
Porque fuiste el encantador en putrefacción
que convertiste los versos, negro
sobre blanco, en serpientes
y te bebiste todos los alcoholes
de la destilería. Y es que,
todos los locos y los poetas
necesitan imperiosamente libertad.
El ACTO POÉTICO
a Marinetti
Como el verso de la cuaderna vía,
como la mayor biblioteca de los tiempos
antiguos, fuiste alejandrino, caro poeta.
Utópico y simbolista desde la infancia
y fundador de revistas juveniles
cuando te llamabas Héspero,
no supieron entenderte los jesuitas
cuando, con un libro de Zola en el regazo,
te sorprendieron dentro del libro
y a años luz de la clase de religión.
Ya fuera de aquel entorno opresor,
te jactabas de leer a Mallarmé y a D`annunzio
y de crear las noches futuristas donde
se abominaba del pasado y del presente
como quien se quita una camisa usada.
Quisiste, luego, prender fuego a los museos
y arrasar los archivos donde solo habían
palabras viejas y hechos olvidados,
para que se construyeran, en su lugar,
circuitos automovilísticos y rascacielos.
Para tus ojos visionarios era más hermoso
un bólido de carreras que la Victoria de
Samotracia y un robot más perfecto
que un hombre sin ideales.
Renaciste de una vida antigua
en aquel accidente de tráfico que mató
a tu yo obsoleto y dio a luz a un nuevo hombre
que solo miraba, por desgracia,
hacia adelante y a hacia la derecha extrema,
donde mataban a la poesía y a sus practicantes.
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