sábado, 6 de octubre de 2018

MARÍA LUISA CASTRO

Nací en Bornos, siguiendo el curso del Leteo, ante diem sextum Kalendas Februarias, un martes que yo quiero soñar lluvioso, de 1981. Antes de que estos pies hollasen por vez primera el mundo aprendí a hablar y desde ese instante caí fascinada al saber que el arma más poderosa es la palabra. La lectura me convirtió en ansia pura de crear universos nuevos y ese amor a nuestra lengua, siempre dadora de vida, me llevó por la senda de las Letras y la Filología Hispánica. Los hados me trocaron el camino hacia el Reino de la Alhambra y jamás me arrepentiré de haber sucumbido a las profundas aguas de los poetas malditos y los cielos imposibles ebrios de sombras.

En mi continuo devenir como aprendiz de poeta, inquebrantable defensora de nuestro español como enseña siempre aferrada a una pluma, desvisto las palabras, las destramo y reescribo mirándolas desde las simas profundas de su ser, sabedora de que sin su sonoridad y esos signos ocultos a los profanos, sería imposible rendir mi tributo a la Diosa creadora, nuestra sacrosanta Poesía. Hasta el último instante de mi tiempo, pertinaz irreverente y políticamente incorrecta. Fiel siempre a nuestra lengua como raíz fecunda del ser.
Mis páginas, sempiternas inéditas, son una sucesión de octubres y eneros donde se entrelazan la vida, el amor y la muerte en inexacta sincronía de tinta y alma oscura. La tristeza y los sueños se entremezclan por las veletas inclementes del sur con los eternos vientos de cambio incapaces de encontrar nunca el mismo horizonte en galerna.
El terror atávico al vacío, siempre sobre el limbo del precipicio funambulista de imposibles, mantiene mis páginas al fondo de un cajón y sólo muy de tarde en tarde, cuando Bóreas arrecia y las lluvias se precipitan inclementes sobre nuestras cabezas, salen a ver el cielo gris y sueñan con ese día en que llegue la luz de un sol nuevo, el imposible entre las manos, al final feérico de un arcoíris.

Pero sólo son vesanias de perturbados… y de aprendices de poeta.


POEMAS

Amanece en lluvia...

El petricor hace horas que naufraga por las calles
al fondo de improvisados ríos de cieno
y el hipnótico beso de agua
se apodera de estos sentidos tantas veces crispados
a golpes secos de vida.

Entre mis manos desbandadas negras de golondrinas
dibujan este paréntesis de nubes
sobre los tejados grises de la primavera,
con esa querencia de tinta y mundos nuevos
que anida la piel deshabitada.

Súbita se abre las venas en acueductos palpitantes
la conciencia
y por la fugacidad del instante sobrevuelas la certeza
de que hacen falta días grises para recabar la añoranza.

Odiseos días de lluvia
para rescatar del océano cada naufragio,
para borrarle cada cruz, cada silenciado sepulcro
de sal y cieno...
para deshabitar de las entrañas de la tierra
a todos los desheredados de este mundo infame
estatua de sal incapaz de abrir los ojos...
y, por qué no,
para arrancarte con estos dedos terribles
la funesta mácula de la tristeza
anidándote el corazón.


Tango de sombras

Te miro desde este puente que encierra
tus ojos de noche y los míos,
tus labios velados sin sueños
entre arañas de sangre y pestañas níveas,
bajo mi piel de escarcha amanecida
entre los susurros que nunca duermen
cianótica sonrisa de primavera…

Te miro desde la carnosidad de un suspiro,
la locura instalada entre nosotros
meciendo sus pies sobre una taza de café frío,
cristalitos de agonía entre los dientes,
pendiente del último clavo aferrado a la pared,
tras el telón pesado que nos separa del horizonte,
cansada, sedienta, triste…

Mi mano -y la tuya- para salvarnos de esta caída sin precipicio,
de este abismo jamás dibujado bajo nuestros pies,
para contener este aliento que se escapa por segundos,
para helar los jardines que florecen, asesinos de margaritas,
en coreografía perfecta de tempestades bajo la almohada…

Tu boca -y la mía-… en silencio, en secreto,
escaladores inexpertos de la mañana muerta…
¿nos vamos, a medias la piel, tú y yo
a bailar un tango de puntillas gastadas
por las altas azoteas de esta primavera infame? ¿Vienes?

Mírame desde el fondo de nuestra sonrisa.

Prometo darte todos mis besos jamás escritos.

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