martes, 5 de octubre de 2021

IGNACIO SANTOS

 

La poesía es la materialización del mudo diálogo interior, donde nos encontramos con nuestros "yos". Es fugaz y etérea, es un diálogo con uno mismo y con cuanto te rodea, pudiendo ir desde la desnudez interior a veces triste, fatigada, oscura…, y otras de una intensa luminosidad y color.

 

Es el refugio donde modelamos las emociones, ahí se debaten razón y corazón, para dar a lo vital la estética que edulcore el amargor cotidiano o resalte la sencillez extrema de la vida. De su mano damos forma a la realidad vivida, observada..., forjamos sueños y nos dejamos llevar para sentir mediante la ingravidez de las palabras con las que construimos la arquitectura de las producciones.

 

Pincelada biográfica

 

            En un rincón al sur del sur, en San Fernando “La Isla de León”, tierra de tradición marinera, cuna de la libertad, ahí nací. Entre arrullos de aromas salobres de sus marismas y vestigios de grandes culturas.

             En una casa que rezumaba esencias de generaciones pasadas. Sus historias, desmenuzadas con pulcritud en concurridas tertulias (abuela, tíos y vecinos) contribuían al calor familiar, en tanto los datos que se enredaban en la algarabía de los más pequeños.

                       Desde su azotea parecía poder abarcarse el infinito. Medina, Chiclana, La Carraca, Gallineras… enmarcadas por marismas cristalizadas de salino coral. Por sus caños candrays y faluchos, transportaban sal y arena. La mar iba calando en mi interior, su aroma, su humedad, su color, su discurso, aunque monótono diverso.

             El mar en mi leve experiencia de navegación me castigaba con severos mareos, debía cambiar mi rumbo, pero no mi atracción por él.  Cambié el soñado timón por la tiza, la docencia me proporcionó grandes satisfacciones.

            Me reconfortaba el trato humano, hacer camino junto a mis alumnos, descubrir con ellos me ayudó a conocer mis limitaciones y a superarlas. Pasados unos años, la inquietud me exigía un nuevo rumbo, aunque un mismo destino. Echaba en falta mi contribución terapéutica por lo que focalicé mi dedicación en los alumnos con capacidades diferentes, asesorar a sus familias, a sus profesores. Tras cada historia acechaba la duda, la fragilidad, el dolor, los límites de la administración... 

            Junto a ellos volví a aprender a vivir, a ver el otro lado de la vida. Por momentos sentí temblar mi consistencia y logré acrecentar la esperanza. Cómo transmitirla si no la fortalecía en mí.

         Tras décadas tratando de hacer volar una cometa sin apenas viento creí era el momento de plasmar todas esas vivencias en mis producciones literarias. Navego entre recuerdos, afectos, añoranzas... y algún que otro lamento sobre los que asentar la arquitectura de mis letras.

 

 

POEMAS

 

 SIN VOZ

  

No me busques en la cafetería.

No iré.

No me busques en la tertulia de la alameda.

No iré.

No me busques de paseo por el parque.

No, no iré.

 

No me lo impide la débil economía.

No es que me agrade cambiar mis rutinas

de tomar un café, leer bajo los ficus de la alameda

o de pasear bajo los desplomados robles del parque.

No, nada de eso.

 

La agitada tertulia de la alameda,

con desconocidos de vidas borrosas,

se ha quedado sin voz.

Los bancos entonan un silencio atroz,

mientras sus sombras diluidas pasean errantes.

 

Aunque la guerra les forjó a hierro su tierna juventud,

el hambre les hiciera chirriar el estómago,

o en el trabajo la dignidad huyera a ratos

a todo eso resistieron.

Sabían a qué se enfrentaban.

Asumieron los riegos y lucharon con frontalidad.

Nada consiguió silenciarles.

Pero ahora, a ésto, cómo llamarlo...

 

De momento no iré.

Te reservo turno en mi libreta de abrazos.

Anoto los días y las horas perdidas.

Tal vez  pronto un día podamos hacerlo.

 

 

 

PALIDEZ

 

Amanece.

En un alba adormecido

yacen huérfanas las sábanas y mi piel.

No habitas junto a mí

tan solo esquivos remansos de tu aroma

suspendidos entre los pliegues de mi alcoba.

 

Esta cetrina  palidez

-reflejo nítido del lienzo de dudas que me atrapa-

me devuelve a la inmortal soledad

cuando al despertar no me acompañas.

 

Mis ilusiones alojé en tu pecho

mi desnudez creí incendiaría tu calma,

esperaba esculpieras mi alma con tus dedos,

mas solo conseguí cristalizarán algunas lágrimas.  

De lo celestial a lo terreno me sentí trasladado.

 

Atrapado en mi interior quedé ,

en cada pliegue de mi razón sentí una llaga

no creí lucir jamás esta mirada oblicua,

ni que mis ojos se eclipsaran

al saber que tan solo de ti

me quedaran las migajas. 

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