sábado, 5 de octubre de 2019

GUILLEN LOSADA



Seudónimo literario de Antonio Sánchez Jiménez nacido en Montilla (Córdoba) 1963. En mi juventud gané algún premio local. Participante por selección en el FORO JOVEN IBERO AMERICANO SOBRE LITERATURA Y COMPROMISO Mollina (Málaga) 1993. Participé en cinco congresos nacionales de jóvenes escritores en Alcalá de Henares 93/95. Finalista del premio de poesía Mario López Bujalance 1996. Finalista en el 1ºcertamen de narrativa corta de Torrecampo 1996. He publicado Con la voz dolorida de la hierba Montilla 1992Una larga condena editorial Jamais Sevilla 1993 Entre las olas del tiempo Montilla 2019.

Incluido en las antologías: poemas por los alumnos de FP montilla 1981. Foro joven Diputación de Málaga 1993. Papeles de viaje Mexico1994. Aldea poética editorial Opera Prima Madrid 1997. Poemas al vino Montilla- Moriles Córdoba 1999. Antología de cuentos inéditos editorial Jamais Sevilla 2003. Cerdo poética Rute 2018.grito de mujer 2019. XX encuentro de poetas en red 2019. IX recital sierra morena poesía 2019. III encuentro de poesía ciudad de cabra 2019. Antología de poetas Montillanos 2019.

Publicando en una veintena de revistas nacionales destacando Azahar  desde  1995   (Conil Cádiz).




            EN LA DESESPERACIÓN

Lo ha perdido todo en la memoria;
sólo queda un número ausente,
en el lugar donde las voces taladran
un Ha tocado con tanta hiel la llaga
que para andar los caninos necesita
diluir su sangre en almíbar y melaza.

¡ Surcó  noches interminables.!

Con olor a tierra y cieno en el paladar
sigue abriéndose las venas, negando
que se saca de paseo con bozal y correa,
que habla con la silla vacía
en el regazo amargo del destino.

Cohabita con los segundos perpetuos
y discurre por las cejas anochecidas
en el enjambre de muros vencidos
como agua que viaja sin maleta.

Se persigue por ser el criminal de diario,
el que se mete en su alcoba y le seduce
con el filo del miedo y una mentira
que le atrapa y ejecuta.



HERIDO DE MUERTE


Mirar las moléculas de cada músculo
es el ritual que ejecuta
mientras piensa lo impensable,
mientras se pierde
en la línea de los minutos.

Creció herido de muerte,
acechado por una zarpa
que aún le regala infartos.
Pasó abriles como inviernos
    en el polvo
de sus estériles huellas
y la voz de la ausencia.

Siempre quiso ser albañil
y cimentar sus propios días
y saciarse del agua de la sonrisa
y llorar a carcajadas sin sentir
dolor por el palpitar de sus genes.

Nunca pudo huir lo suficiente
porque a este lado,
el corazón se craquela
por la orfandad de las heridas.

Asistirá a misa vestido de difunto
portando la careta de los domingos,
esperando el beso de Judas
que le alimente y pacifique.




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