lunes, 21 de octubre de 2019

CARMEN NAVARRETE BARRENA



Aprendí a crecer uniendo las palabras, cada una de ellas representaba algo nuevo en mi vida. Con tan sólo cinco años ya sabía leer y escribir. La pizarra era para mí mi juego favorito, lo mismo que escribir sobre la tierra, donde tenía más espacio para alargar las frases, siendo la naturaleza el mayor de los tesoros. Del Universo aprendí a contar las estrellas, y a comunicarme al mismo tiempo, con la luna. Todo aquello me fascinaba y, a pesar de los años transcurridos, lo sigo viendo igual. Me considero en todo momento defensora de la naturaleza y los derechos humanos y pienso que la paz en el mundo debería ser siempre lo primero, basándonos siempre en el respeto único de amarnos simplemente los unos de los otros y de considerarnos seres vivos, a los que sigo defendiendo sin tener en cuenta la raza ni el color. Después de tres libros publicados y de algunos premios de poesía, sigo teniendo la ilusión de una niña a la que le acaban de regalar su última muñeca.



HOY COMPRENDÍ

Hoy comprendí que la vida sigue,
que el amor es tan grande como el mar...
Y que todo era la fuerza más allá de la muerte
donde luchan los cuerpos cada día,
que no hay nada más grande
en medio de la nada
que nuestra propia sangre, que va de un lado a otro
formando un nuevo mundo
y traspasa las sendas de mi piel.
Comprendí que no hay nada más bello
que dejar en la vida,
sólo restos de ti sobre el camino.  



LOS VASOS EMPAPADOS

Los vasos empapados.
Las gargantas vacías.
Siete besos que mojan la chaqueta.
Ese reloj que marca los minutos.
Una canción que suena.
Un autobús que pasa.
Un pájaro que cruza.
El agua que dibuja el paisaje.
Una mano caliente sobre el cuello.
Un café ocupando la taza.
Unos ojos que se llenan de historia.
Y, al final de la calle,
la sonrisa de un niño
te despierta el oído. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario