martes, 8 de octubre de 2019

JORGE GARRIDO GARCÍA




BIOGRAFÍA (Extracto del año que queda atrás)

Sigo siendo de Bornos (Cádiz) y mi aportación literaria se incrementa en lo poético algo menos que antes, unos cien poemas al año... ¡Cosas de la jubilación!
Ahora leo y viajo mucho más. Y lo mejor de todo es que ejerzo de abuelo...

Como novedad, he sembrado buenas intenciones con mi Taller de Poesía en alumnos de Primaria y Secundaria en La Mamola (Granada), tarea que mantengo en mi pueblo.

Soy asiduo participante en lecturas poéticas y miembro de jurado en certámenes literarios locales: de Prosa Infantil con motivo del Día del Libro, de Poesía Infantil de un premio escolar que lleva mi nombre  y  Presidente este ejercicio del Premio Internacional “María Luisa García Sierra”, poesía de adultos.

Con tiempo para ordenar papeles, tengo corregidas y preparadas para sacar a la luz dos de mis novelas inéditas: “El Cuaderno de Pepe” (histórica-guerra incivil española) y la juvenil “Jono” (época romana), y estoy en el proceso de selección de poemas para incluirlos en mis próximos poemarios a editar, uno, de título ya definitivo,“Ti-te...re contigo”, así como una recopilación-resumen de mis coplas y vivencias carnavalescas del pasado siglo, en un volumen que no sé cómo titular.



CIELO Y ARENA


¿Quién oscurece del día
el azul que dominaba?

Una isla llegó en alto
difuminando callada.

El cielo perdió grandeza
y el mar azul zozobraba
embebido entre los grises
del techo que dominaba.
La arena, tan fina arena
menguó su brillo en la playa.

¿Por qué el trino es ausencia
donde el pájaro cantaba?

Alguien robó las caricias
de tantas ramas podadas.

No basta con papel blanco
para escribir las palabras
que salen del corazón
a fuego vivo marcadas.
El cielo, de azul cambiante,
la arena no dice nada.



AROMAS


Permanece el olor sin somnolencia,
ese aroma a café insobornable
unido a las migajas de tostadas
que cayeron al fondo del crisol
de renovados humos y recuerdos.

Cercana primavera y desnudez
del alma en la más simple evocación,
como si se hubiera la infancia detenido
y en las orillas del sueño recostada
estuviera sin prisas de nostalgia.

Huele a café y a pan tostado.
A vida virgen por aquella cocina
de anafes y relamida calamocha,
sin apremiante madre, y de carbón
el dios invocador de ebulliciones.

No queda hollín ni su espejismo,
ni besos de agasajo, hierbabuena
en las orillas frescas tras la ventana
estrecha y vulnerable a las miradas,
al ágape de jazmines y geranios.

Traslúcido aroma sin misterio.
Nave para asomar hacia otro tiempo
hacia el encuentro sutil, gratificante
al punto donde está, nunca dormida,
esta razón vital que nos mantiene.


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